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Leticia Dolera nos invita a Morder la Manzana

Leticia Dolera presenta Morder la Manzana || Imagen vía Twitter

El pasado jueves, Leticia Dolera estuvo junto a Almudena Grandes en el Espacio Fundación Telefónica presentando su libro Morder la manzana, que va ya por su quinta edición cuando ni siquiera ha pasado un mes desde que llegó a las librerías.

La conversación empezó centrándose en dos de las grandes piedras angulares de la construcción de la mujer (porque, como decía Simone de Beauvoir, no se nace mujer, se llega a serlo): las madres (la suya, madre soltera en los 80, es para ella un referente feminista, “sobre todo por sus actos”) y las amigas (“las amigas son un capital”, nos recordaba Almudena Grandes). Estas últimas tuvieron un importante papel a la hora de que la cineasta decidiese añadir a su currículum el apartado de escritora. Tras haber leído sobre la historia del feminismo y los grupos de autoconciencia que se crearon en los años 70, una conversación con sus amigas que acabó con las ganas de una noche de fiesta cuando se centró en las experiencias que han sufrido como mujeres, le hizo decidir que todo eso que compartían entre ellas había que contarlo a más gente, “no puede ser que vivamos con estas cadenas”.

Estas dos aproximaciones al feminismo son las que encontramos en Morder la manzana, un libro “lleno de ideas e historias” (como la del vestido de los Goya, una “metáfora de cómo el mito de la belleza nos resta fuerza”) que Almudena Grandes definía como “un manual de instrucciones feminista para principiantes”. Por una parte, Dolera nos habla en su libro de la teoría feminista, que sirve para “aportar luz a cosas que te pasan en la vida, y entenderlas”. Es necesario, decía, saber qué son (y que existen) las relaciones de dominación o los constructos sociales. Por otro lado, el libro también incluye una parte más narrativa con episodios (en mayor o menor medida) ficcionados de la vida.

Y es que ambas coincidían a la hora de remarcar la trascendencia del cine y, en general, las historias, por su gran calado, que les aporta un importante poder transformador, ya que tienden puentes de empatía hacia otras personas. Es por eso por lo que Leticia Dolera cree que es importante que también los hombres lean su libro ya que “leyendo las historias van a entender lo que nos pasa, lo que aguantamos cada día las mujeres”. Si no lo vives, no lo entiendes. “Cuando nos gusta mucho, mucho un libro o una película, acabamos viviendo esa historia en primera persona del plural”, añadía Almudena Grandes. Esa es la potencia del relato, mientras que con un libro de historia o de teoría, “la respuesta del lector es mucho más fría” al no poder deslizarnos en la vivencia del personaje.

Por eso la escritora agradece la parte más narrativa de Morder la manzana, ya que, aunque la población femenina es la mayoría de la sociedad, sería imposible que llegásemos a algún lado si no nos asociamos con los hombres, que Grandes considera “fundamentales” en la lucha feminista. A raíz de esto, Dolera se preguntaba si merece la pena perder la compostura (que se espera mucho más por parte de las mujeres) a la hora de hablar del feminismo y arriesgarse a perder un aliado para la causa o si lo que hay que hacer es intentar “convencer para vencer”.

Llegado el turno de preguntas, surgieron temas como la equivalencia entre prostitutas y actrices, el género como clase social determinada por el nacimiento, el proceso de escritura del libro, las consecuencias negativas que ser feminista podría tener en su carrera cinematográfica o la posible participación de Dolera en adaptaciones audiovisuales de los trabajos de Almudena Grandes.

Desde aquí nos sumamos al comentario de una de las asistentes que quiso agradecerle a Leticia Dolera que utilizase el altavoz que le proporciona su profesión para explicar una vez más, como ya hizo Angela Davis, que “el feminismo es la idea radical de que las mujeres somos personas”. Para que luego digan que las actrices son incultas.

Laura
Traduzco, transcribo, escribo, corrijo y, si me queda tiempo, veo series. La música me acompaña hasta en sueños.

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