No es solo un juego de palabras. Si bien la sala El Sol ha alumbrado a artistas en pleno centro de Madrid desde tiempos de La Movida, lo cierto es que el pasado jueves Julieta 21 tuvo que brillar con luz propia, porque esta mítica sala fundió sus plomos en uno de los momentos más importantes de la noche. Pero ya llegaremos a eso, que esto es una crónica, y las crónicas -se supone- siempre deben comenzar por el principio.
¿Cuál es el principio de todo esto? El principio es descender esas escaleras en forma de caracol, mientras el sonido de Julieta 21 (José Pérez a la voz, Rubén Tajuelo a la guitarra, Daniel Blesa a la batería y Ricardo Esteban al bajo) nos sorprende ya en ese descenso. Paso rápido pero seguro para entrar en la sala sin esguinces y no perdernos nada, mientras pienso que están dando bastante caña.
Sí, esa expresión, dando caña, como para hacer homenaje a la edad de la sala, toda una referencia del panorama musical desde 1979. De forma que entramos en la sala y veo un poco de todo, gente más y menos joven que yo, pero todos a una. A la primera de todas, ‘Fuego desde el suelo’, a la que seguirían ‘Me están buscando’ y ‘Vamos a ver’.
Habíamos llegado un poco tarde, pero lo cierto es que ya se respiraba un ambiente familiar, de colegueo. Como si todos allí se conocieran, y eso que la sala estaba bastante llena. Con ese sentimiento de familiaridad, de estar como en casa, llegaba ‘Azul Marina’, un tema muy bonito que nos transportaría hacia uno de los platos fuertes de la noche: la aparición de Shuarma de ‘Elefantes’ para interpretar ‘Bienvenidos Muertos’, la canción que grabó junto a ‘Julieta 21’ para su último disco, ‘Alerta Doble Estéreo’, y que nos habla sobre México y su tradición.
Dos voces muy bien complementadas, dos tipos que se lo están pasando muy bien sobre el escenario, generando una energía que el público le devuelve. Tanta energía para un lado y para otro que, ahora sí, las luces no aguantan la presión y El Sol se apaga. Pero no del todo, porque dos artistazos siguen dándolo todo mientras esa gran familia que había allí (entre la que hay incluso una madre amamantando a su pequeño, doy fe) comienzan a sacar sus smartphones para iluminar la escena. La clásica escena que antes nos propiciaba el uso más saludable de los mecheros, pero que ahora se traslada a la luz más fría de los smartphones. No obstante, lo bonito del momento fue lo improvisado del mismo. Shuarma se iba, así, un poco entre penumbras, pero con el corazón encendido, como el de todos los allí presentes.
El concierto siguió con otros temas conocidos como ‘Ella’ y, sobre todo ‘Antiestática’. Desde luego, estáticos era lo menos que podíamos estar. Sin conocer todas sus letras y sin haber estado previamente en ningún concierto de Julieta 21, he de decir que daban ganas de seguir el ritmo constantemente.
Para cuando empezó a sonar ‘Mundo estéreo’ me di cuenta de que allí toda la gente tenía un tercio de cerveza en la mano. Sin embargo, me sorprendí escuchando las dos siguientes, ‘Los otoños por tu lado’ y ‘Déjalo escapar’ con un vaso de agua en la mano y diciendo estos tíos son cañeros. Una vez más esa expresión. Sí, reconozco que no esperaba un sonido tan rockero. Y me encantó. Sin duda Julieta 21 estaba suponiendo para mí toda una ‘Revelación’ y con ‘Hacer por no pensar’ ya me tenían convencido, con una letra que me llegó especialmente, interpretada junto a Antonio Fuentes, al que José presentó como a “un hermano”. Sin duda que se respiraba ambiente de hermandad.
Para entonces, Julieta 21 decían que se acababa el concierto. Para cualquier persona asidua a conciertos no era necesario decir que debían quedar, por tanto, unos dos o tres temas más. Es en este momento cuando alguien grita ¡Viva el puto rock’n’roll! Y pienso: por supuesto, claro que sí. Es que dan mucha caña. Yo a lo mío, con mi expresión de los años ochenta, mientras suenan las tres últimas: ‘En silencio’, ‘Impulsivos’ y ‘Fuerza natural’.
José tuvo en todo este último tramo de concierto tiempo para agradecimientos: a los técnicos de sonido, a la banda, a toda esa pequeña familia que le acompaña y hace posible su música y, por supuesto, a todos los asistentes. Se respiró un ambiente muy positivo durante una hora y media en una sala que, sin importar el correcto funcionamiento de los equipos de iluminación, brilla siempre con la energía humana que consigue reunir.