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Dejarse empapar

«Transcurre en un lugar cercano a la costa, pero alejado de todo lo demás».

“La batalla por expresarse es la misma que por pensar”, dice el profesor de Filosofía del Lenguaje, Jaime Nubiola. Es difícil expresar todo lo que Guillermo del Toro posa delicadamente en el alma con “La forma del agua”. Nos regala ideas y verdad enfrentando dualidades: la flauta dulce y el acordeón; el verde y el rojo; blancos y negros; americanos y rusos; mujeres y hombres; el silencio de Elisa (Sally Hawkins) y la verborrea de Zelda (Octavia Spencer); el pasado y el futuro; y la divinidad y lo pagano. Dentro de esas dualidades, las dos piedras angulares alrededor de lo que gira esta película son el machismo del hombre más ciego y arrogante, y la divinidad de esos pies descalzos y del agua omnipresente.

LA MASCULINIDAD DEL EGO: machismo, racismo y xenofobia

Los hombres buenos de la película son los que llevan gafas. Casualmente, ellos -el trabajador nervioso, el amigo artista y homosexual de Elisa y el ruso- también tienen algo de feminidad en su carácter. Ellos son capaces de ver más allá de una “bestia inmunda”.

Quienes no llevan gafas son el camarero que descubrimos que es racista y homófobo, el marido de Zelda, el General Hoyt -que presume de las cinco estrellas de su uniforme- y Strickland (Michael Shannon, odiosamente bien en su papel). Strickland, siempre trajeado de negro, porta porra negra y ceño fruncido, se lava las manos antes de mear -como Torrente-, lee libros de autoayuda y teme, en lo más profundo de su apariencia arrogante, ser un fracasado.

No son una trivialidad ni su temor al fracaso ni los libros de autoayuda. Esto habla del ansia de control que nace del ego masculino. La autoayuda es un tipo de voluntarismo, que es una corriente filosófica que trata de manipular, controlar, lo que vemos de la realidad para conseguir una manera determinada de actuar. Strickland no quiere fracasar. Y se fuerza a pensar en positivo por miedo a las contingencias del futuro.

El hambre de control de Strickland impregna cada uno de sus actos. Solo quiere resultados, lo cual se refleja en su proceder con el agua: solo la usa como medio. Con agua se lava las manos antes de tocar su preciada polla. Tira a propósito un vaso de agua para hacer que Elisa venga a limpiar. Bebe agua para tragar una pastilla. Y limpia sus dedos gangrenados bajo un grifo que, después, deja correr. Aunque Elisa use mucha agua, no la malgasta. La usa como fin: se baña, no para limpiarse, sino para estar en ella. Los dedos gangrenados de este Torrente americano son el anular y el meñique, lo cual expresa como una suerte, pues aún le quedan “el pulgar, el del gatillo y el del coño”.

El hombre enamorado de su propio poder se refugia de la lluvia en su Cadillac. No se deja empapar. El hombre enamorado de su propio poder se refugia en su condición de varón blanco occidental, y cree que esa “bestia inmunda” no puede ser humana porque no se parece a Dios. Tampoco cree que Zelda -mujer negra- se parezca a Dios. Y, teniéndolo delante, lo hace sangrar con su porra.

LA DIVINIDAD: lenguaje, humanidad y Dios

Pero es más humano de lo que puede llegar a ver o aceptar Strickland. Como enseña Jaime Nubiola, tener capacidad simbólica es algo propiamente humano. Ese demonio -en griego, daimón solo alude a algo/alguien intermedio entre lo terrenal y lo divino- puede entender, puede comunicar ideas además de emociones y puede emocionarse con música. Con jazz.

Elisa es muda. Pero se comunica con lenguaje de signos. Y Giles (Richard Jenkins) no es mudo, pero su vida social no va más allá de Elisa. Y se comunica con sus obras de arte. Si el lenguaje y la comunicación son señales de humanidad, es significativo que Strickland pida silencio a su mujer mientras la folla.

La mujer de Strickland viste de rojo, el color de la pasión que contrasta con los verdes y azules tristes y serenos del mundo de Elisa. No obstante, Elisa acaba vistiendo de rojo cuando se enamora. El Amor está presente sexual y espiritualmente. Un Amor humano representado por pequeñas gotas de agua que se funden entre ellas y bailan al son de violines, teclas de un piano, escobillas sobre la membrana de una caja y una voz francesa.  Respecto al amor sexual, llama la atención el símbolo del huevo que utiliza Guillermo del Toro. Un huevo, que puede ser un símbolo de nacimiento de vida, está presente cuando Elisa se masturba y cuando comienza a conocer al demonio en cuestión.

La masturbación está en su rutina diaria. Incluso hay significados en lo más mundano de la rutina de Elisa. Su despertador implica orden. La cantidad de zapatos de tacón que tiene y la meticulosidad con que los limpia habla del cuidado de sus pies. Ya hablaré más adelante del significado de los pies descalzos. El sofá en el que duerme teniendo una cama en la que caben dos personas habla de su soledad.

“The Greatest Showman” intentó romper una lanza a favor de las personas diferentes. Pero su manera de hacerlo es muy superficial comparada con la de “La forma del agua”. La película comienza contando que transcurre en un lugar cercano a la costa, pero alejado de todo lo demás. Un entorno muy apropiado para alguien como Elisa: con un mundo interior fascinante pero aislada de la gente. En una sociedad machista y racista como la de los Estados Unidos en 1960, su única amiga es una mujer negra charlatana. Pero esos son los que cuentan para Dios, ¿no? “Los últimos serán los primeros”, dice la Biblia.

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Nada es trivial en esta película. Por supuesto, no puede serlo el nombre de la protagonista: Elisa. Es un nombre bíblico que viene de “Elyasa”, que significa “Aquella que recibe la ayuda de Dios”. Ni que al final de la película pierda uno de sus tacones rojos en el agua. Uno de sus pies queda descalzo. Quizás una referencia a la Cenicienta. Quizás a la Sirenita (defendía mi madre). Sea lo que fuere, no hay que olvidar que en la Historia del Arte, los pies descalzos han sido símbolo de divinidad. Al ver “La forma del agua” uno debe soltar el poder que adora Strickland y dejarse empapar de agua, humanidad y de Dios. Como ellos, que se lanzan al agua para vivir.

 “Tu presencia me llena de humildad porque estás en todas partes. – última frase del poema que cierra la película.

Victoria De Julián
Estudio Periodismo y Filosofía en la UNAV. Busco oportunidades de ser mejor, crear y aprender haciendo. :D

1 Comment

  1. Hola Victoria,
    me he encantado tu crítica de «La forma del agua». Me ha hecho saber un montón de cosas de la película de las que no me había dado cuenta.
    Y además está estupendamente escrita!!!

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