No podía acabar así. La escena apuntaba a que sí. Toda la familia ya se había marchado. Poco a poco, sin darse cuenta, Violet (Meryl Streep) se vio sola en su casa. La escena parecía no tener nada más que contar, los acordes de “Lay Down Sally” de Eric Clapton conducían a un fundido a negro y Meryl bailaba para así evadirse de la soledad.
Muerte: como el blues
John Wells -el director- había dictado que el luto y la peluca negra ayudaran a envolver a Violet en la estética de una cucaracha. Y si la película acababa ahí, también la castigaba a serlo hasta que su mente e hígado no aguantaran más las pastillas. Por supuesto, también castigaría al espectador sin final feliz tras digerir el ingenioso, mordaz y cruel guion de la película. En cambio, lo premiará con la muerte irreversible de Violet y la punzante insatisfacción por la separación de unas vidas para siempre.
Todos llegan a Osage County, Oklahoma motivados por el mismo hecho: el suicidio de Beverly Weston (Sam Sephard), el marido de Violet. Y se van en diáspora y cuentagotas por distintas razones. Volver a juntarse alrededor de una mesa como una familia permite que conflictos pasados exploten y secretos y resentimientos vean la luz. Y lo hagan como Violet en su primera escena: tapándose los ojos después de mucho tiempo en la oscuridad.
Para conducirnos al final, al agosto de la vida, esta película nos lleva a las llanuras de Oklahoma, nos rodea de colores oscuros, marrones y anaranjados, y ambienta este viaje monótono con Blues. “Estamos en las llanuras: un estado mental, una fricción espiritual, como el Blues.”, expresa cansada Bárbara (Julia Roberts). Esta atmósfera y música realmente mueve al espectador a una muerte lenta y casi imperceptible. Un transcurso lento, sutil, como la corrupción de las flores, hacia el fundido a negro igual que una drogadicta como Violet se acerca al final.
Vulnerabilidad: delicada y agridulce
Sin embargo, esta película no se ciñe a la muerte de Beverly, o la de Violet, o la de la familia. Que la muerte venga despacio permite un transcurso en el que poder compartir y hablar. Lucir las conversaciones escritas por Tracy Lett, el creador de la obra de teatro original. De hecho, se nota que ‘Agosto’ nació para ser una obra de teatro no solo por el guion ingenioso, sino por el hecho de que la acción transcurre en la casa de Beverly y Violet. Ese es el escenario.
Escenario que es testigo, a pesar del llano proceso de la muerte, de una rica variedad de emociones que emerge cuando se dice la verdad. Y en esta película nadie dice la verdad tan brutalmente como Violet. La vulnerabilidad de la vida emocional de ‘Agosto’ es, de hecho, señalada por Violet: “Amores secretos, planes secretos. No puedo imaginar nada más delicado o agridulce”. Delicada y agridulce es la rabia de Bárbara; y la ternura y vergüenza de Little Charles (Benedict Cumberbatch); y el arrepentimiento de Bill (Ewan McGregor); y, por encima de todo, el odio y el miedo de Violet.
El miedo de Violet no es algo que realmente veamos durante la película. Pero es esencial mientras los acordes de “Lay Down Sally” empiezan a sonar. Antes de ese momento, Violet ha proclamado que nadie es más fuerte que ella. Ella, siendo la cucaracha que representa a los Estados Unidos, es la última en pie. Pero se rompe y busca consuelo en la persona que ha estado allí desde el principio de la película, desde la primerísima escena: Johnna Monevata (Misty Upham), la nativa americana que fue contratada por Beverly para cuidar de Violet. Así que, John Wells -o Tracy Letts- es finalmente benevolente y ofrece al espectador un triste pero esperanzado final, y muestra que América solo sobrevive si se inclina ante sus raíces.