Después de tres años de silencio, Taylor Swift saca nuevo disco. Reputation es la continuación de 1989, ese álbum que en 2014 consagró definitivamente su paso al pop y la convirtió en una de las artistas más exitosas de los últimos años. Pero claro, cuando estás en la cima, no todo es tan bonito como parece. Swift se vio envuelta en varias polémicas y pasó a ocupar las portadas de muchos diarios sensacionalistas. Que si sus ex, que si Kanye West, que si Katy Perry, que si Spotify… No voy a entrar en detalles porque podéis encontrar mil artículos sobre el asunto en la red.
Reputation se anunció como la respuesta a los medios de Taylor Swift, y en cierto modo sí que lo es, pero con matices. Vamos al grano: la cantante nos ha vendido la moto. Con el primer single, Look what you made me do, rompía con cualquier sonido anterior y proclamaba la muerte de la “antigua Taylor”. Acompañado de un brillante videoclip, este single parecía proclamar un cambio radical, pero, ¿era para tanto?

Taylor Swift ha definido este álbum como lineal, que comienza en el punto en que se encontraba en 2015 y termina cerca de su estado de ánimo actual. Así que podemos decir que la Taylor de 2015 estaba muy (pero muy) enfadada. Así lo demuestran I did something bad o Don’t blame me, dos de los temas más oscuros de Reputation. “Están quemando a todas las brujas aunque no seas una de ellas, así que encendedme”, una de las líneas más agudas, nos muestra a una Taylor atacada por varios frentes pero que está dispuesta a pelear.
Pero sorprendentemente, Delicate nos enseña a un personaje mucho más vulnerable. Swift reflexiona sobre la dificultad de tener pareja cuando a uno le precede la reputación (“mi reputación nunca ha sido peor, así que debes quererme por mí misma”), y aquí es donde las líneas se empiezan a difuminar.
Parecía que este iba a ser un álbum en el que la artista iba a abrazar por completo al personaje que de ella dibujan los medios. Como ya hiciera en Blank Space, este CD sonaba a una Taylor que abraza a las serpientes y se corona como reina de las espinas. Pero no. No está claro dónde está la persona y dónde el personaje, y Reputation nos enseña esa reputación pero también lo que hay detrás de ella. Tal y como ejemplifica su portada, en la que la artista oculta media cara tras titulares de periódicos mientras la otra mitad está despejada.
Estas dos mitades coinciden casi a la perfección con las dos mitades del álbum. La primera parte está en su mayoría compuesta por Max Martin y Shellback, habituales de Swift, y en la segunda es Jack Antonoff el que se une a la cantante. Y nos dan canciones de amor, un vistazo a ese mundo interior que Swift ha querido ocultar tan celosamente a la prensa y ahora expone (pero con cuidado y sin mencionar nombres) en Reputation.
Así que no, la vieja Taylor no está muerta, solo lo parecía. Es muy fácil encontrarla en las melodías de King of my heart o Call it what you want, y sobre todo en la sencilla balada que cierra el disco, New Year’s Day, todo un regalo para los oídos.

Sí hay un cambio en cuanto a las letras. Aunque con los primeros adelantos parecía que nos íbamos a llevar las manos a la cabeza, al final se ha demostrado que el talento compositivo de Swift sigue siendo imparable. Aunque se han perdido claramente las “historias” que nos contaba en otros álbumes. Sus antiguas composiciones estaban plagadas de personajes y narración, y eso es algo que aquí no está tan presente. Quizá el único ejemplo es la magnífica Getaway car, todo un pelotazo pop a lo Jack Antonoff, que suena a un 1989 fresco y evolucionado.
Perdemos historias pero ganamos madurez y profundidad. El alcohol siempre ha estado ausente en las composiciones de Swift, pero aquí la artista siempre tiene una copa en la mano. Lo mismo pasa con el sexo. Un tema al que siempre se ha acercado desde cierta distancia, pero que con 27 años está dispuesta a tratar de frente. Valga como ejemplo Dress, en la que los “ah” no dejan lugar a dudas, y la letra tampoco: “sólo me he comprado este vestido para que me lo quites”. En cuanto al sonido, hay un cierto abuso del efecto vocoder que puede llegar a cansar. También tiene influencias del hip-hop y muchas veces Taylor deja de cantar para, digamos, hablar entonando un poquito. Una apuesta arriesgada pero interesante que funciona a la perfección en Don’t blame me.

Al final, lo que queda es una producción precisa y brillante, que recuerda en ciertos momentos a Lorde (recordemos que Jack Antonoff también trabajó con la neozelandesa en el impecable Melodrama), diferente a la Taylor antigua pero que no le queda mal del todo. Aunque a veces no acaba de funcionar, como en End game, la única colaboración del disco, junto a Ed Sheeran y Future. Es probablemente la canción más cercana al hip hop, en la que todo el mundo rapea, y que no es un mal tema pero tiene aspecto de inacabado, como si estuviera hecha de piezas que no terminan de encajar.
Mención especial a This is why we can’t have nice things, otra más de Taylor Swift personaje en la que lanza dardos a sus enemigos. Encantará a los fans gracias a su letra sarcástica, en la que ridiculiza a alguien (os dejo a vosotros adivinar quién) como si fuera un niño pequeño al que hay que quitarle los juguetes porque siempre los rompe. Atrevida y muy en la línea de Bad Blood o, sobre todo, Better tan revenge.
En definitiva, Reputation es el álbum más oscuro de Swift, y posiblemente el más maduro hasta la fecha, en el que la artista toma conciencia de su lugar en el juego de tronos que es hoy el mundillo pop. Y, la verdad, es la jugadora más inteligente de todo el tablero.
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