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La M.O.D.A.: La seguridad de la ruleta rusa

Carátula del disco - Facebook Oficial La M.O.D.A.

Somos balas perdidas. Todos. O al menos, los que disfrutamos de este disco. Así que al final somos muchas balas perdidas intentando encontrar un camino, que es la Maravillosa Orquesta del Alcohol, nuestro salvavidas. No piden seguridad, no piden claridad; piden dudas, piden compañía. La M.O.D.A. es un ente subversivo, que se rebela contra las reglas de la actualidad, que busca soluciones en su pasado y en su futuro, del cual son escépticos pero esperanzados, que busca referentes, héroes en los amigos y las raíces. Y busca más balas que reciban su pólvora, sus emociones y pensamientos.

La M.O.D.A. ha vuelto. Pero no vuelve la misma. Vuelve para jugársela a la ruleta rusa, en la que el premio es que te toque la bala. “Salvavida de las balas perdidas” es la evolución de un grupo que ha desarrollado un estilo reconocible y reconocido por todos. Han decidido dar un paso más allá, explorar los límites de su capacidad creativa. No es menor la gran apuesta que han hecho, por ver está si les ha salido bien apostar a una bala entre los seis agujeros del cilindro.

Componentes de la banda – Vía rtve.es

«Mil demonios» es un tema de advertencia. Una alarma para avisar de que este no va a ser un disco como los anteriores, que aquí hay una nueva M.O.D.A. Es inquietante, la melodía de clarinete del principio y los demonios que se acercan a nuestros oídos, susurrando, aunque no deja que nos preocupemos demasiado, porque quien nos los dice es David Ruiz. Aun así, firmo porque todas las inquietudes sean como «Mil demonios».

De todas formas, «La Inmensidad» viene a ahondar en nuestra preocupación, en que no va a salir bien. Pero resulta que, contrariando a la inseguridad que transmiten sus letras y a su mirada temblorosa al futuro; parece que el grupo burgalés se siente bastante seguro al hacer una canción que asombra. Porque el sentimiento que recorre el cuerpo al escuchar esta canción es desasosiego, es empatía por la melancolía, es impotencia por no poder preguntar al grupo que nos diga esa verdad que necesitamos. Y llegamos a la otra gran inmensidad, el «Océano«. Esta canción es pretenciosa, ya que quiere convencer recitando, en vez de cantando. Pero porque Océano no es una canción, es un grito con eco. El propio grupo decía en Twitter que este tema era una “reacción a una época en la que parece que la música es lo – importante dentro de la propia música”. Y logran que les veamos en una balsa en medio de esta época, solos, gritando rabiosos al aire y a las olas que llegan en la segunda parte orquestal, y magistral.

Riki Blanco & Jabi Medina – Facebook Oficial La M.O.D.A.

Lo siguiente en sonar es “Una canción para no decirte te quiero”. Aquí podemos rescatar al grupo de siempre, en una canción visceral, con una sonoridad y unas imágenes exquisitas. En resumen, La M.O.D.A. de nuevo desarrollando su estilo (reconocible en especial en esas consignas gritadas del final, diseñadas para que nos quedemos sin voz en los conciertos). Como “Héroes del sábado”, un canto manriqueño con respuesta y de las canciones más sinceras del disco (quizá autobiográfica). Y al hablar de ellos (o de nosotros), aparece la M.O.D.A. de siempre, la del acordeón fluido, la explosión en el estribillo y las repeticiones al final. Uno de los temas más recurrentes del grupo es la pertenencia, la zozobra ante lo extraño y desconocido. Y la respuesta del grupo es clara: quédate con los “Héroes del sábado”, los que no se olvidan de donde vienen, y sobre todo, de quién vienen y con quién van.

Llegamos al que, para mí, es sin duda el mejor tema del disco: “O naufragar”. Dotada de un ritmo exquisito, lleva la emoción al límite para luego acelerar y frenar y acelerar otra vez, y culminar de nuevo con una de esas aclamaciones al aire con firma propia. En esta canción explota la indignación y el desapego, ambos instados por la potencia de la instrumentación, que sube y baja en intensidad y moldea a su antojo los sentimientos del público que la escucha, que acaba queriendo alas para todos los ángeles que lo merecen.

En “Himno nacional”, la M.O.D.A. ha conformado su canción más populista del disco. Funciona muy bien como lo que es, un himno, subidas épicas y desgarro emocionante. Sin embargo, creo que rebajan un poco las letras a lugares comunes, sin esa reflexión a la que acostumbran. La letra es mejor cuando no solo nos “dice”, sino que nos pregunta, reflexiona, duda. Aun así creo que es populismo del bueno, porque lo canta David, cuya voz también salva el texto recitado al final que puede resultar demasiado grandilocuente.

El siguiente tema, “Campo amarillo”, es una genialidad. Como burgalés y castellano, no sé si una canción refleja con tanta exactitud lo que es abandonar el pueblo al acabar el verano. Ese sentimiento de traición por irte a la ciudad, mezclado con la nostalgia y la resignación. “Campo amarillo” es la catarsis del viaje de vuelta, y el videoclip que la acompaña no puede ser mejor reflejo de lo que significa esa despedida amarga. Huele a Machado, y a la tierra, y a orígenes; todo con nostalgia.

Fotograma del videoclip de «Campo Amarillo» – Vía YouTube

Contrasta con “Los locos son ellos”, que destila soledad e impotencia ante lo irremediable. Sin embargo, esa colaboración con el hip-hop no les acaba de salir del todo natural, se atraganta un poco la fluidez de la canción. Es verdad que el mensaje no se ahoga, ni mucho menos, pero es de los temas más inadvertidos del disco. No es así con “Vals de muchos”, que destaca por sus letras, reflejo de las contradicciones y visceralidad de los jóvenes, pero sobre todo por el solapamiento con la melodía y la sonoridad, que avanza a trompicones y con altibajos, con seguridad y duda.

Cierra el disco “La vieja banda”, canción que podría haberlo empezado dignamente. En este tema, que trata sobre el descubrimiento y la madurez, se nota la mano del poeta Escandar en las letras, y no puede haber salido sino después de una partida de póker online. Medidísima en su ritmo, vital y efusiva, es un guiño claro a su trabajo anterior, una reconciliación con el oyente que venía a escuchar algo parecido a los dos discos precedentes (en español).

Entonces, como decía Daniel, el Mochuelo, ¿por qué progresar? Este es el disco más vanguardista y experimental de La Maravillosa Orquesta del Alcohol, pero sin dejar de ser la misma banda. Y ya sea por inconformidad o curiosidad, es de celebrar una búsqueda de nuevos estilos y canciones con envoltorios menos usuales, pero bien resueltos. Dentro de “Salvavida de las balas perdidas” hay himnos, canciones que serán clásicos y verdaderas obras de arte auditivo (me apetece “O naufragar” en el Arlanzón de Burgos, sin exageraciones). Con este disco nos ha tocado la bala en la ruleta, pero lo celebramos, porque nosotros como ella hemos encontrado un camino.

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