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Festival de Cine de San Sebastián 2017: Una Mujer Fantástica

Daniela Vega en una secuencia de "Una Mujer Fantástica" | Productora Fábula

Durante mi estancia en el festival, tuve la suerte de poder acudir a un pase de Una Mujer Fantástica en los cines Príncipe, donde la protagonista de la película, Daniela Vega, no solo venía a presentarla, sino que además ofrecía un breve coloquio tras la proyección. La sala era, con diferencia, la más cómoda de todas a las que pude ir, pero también la más pequeña, así que cuando entró por la puerta Ángela Molina, todo el mundo pudo ver cómo llegaba entre prisas al pase escasos minutos antes de la proyección. Su aparición fue tan estelar que hasta se oyó gritar un “guapa” entre el público. Todo lo contrario que María León, para la que nadie gritó nada porque ella sí consiguió mantenerse en un segundo plano.

Escondida entre la multitud de organizadores que esperaban a Daniela Vega junto a la puerta, María león estaba intentado pasar desapercibida de manera tan exagerada que era imposible no darse cuenta de que, efectivamente, tenía que ser alguien famoso. Era la única persona en toda la sala que llevaba unas gafas de sol puestas (unas gafas enormes) y la única que se estaba tapando la cara con un mano tratando de que no se la viera nadie. Obviamente, con semejante panorama, yo (y probablemente medio cine) la vi de lejos. Y así como Ángela Molina, miembro del jurado del festival, tenía sitio reservado en mitad de la sala, María prefirió sentarse en la esquina de la primera fila, casi delante de mí, donde no la veía nadie.

Esto, por supuesto, tendría un mero valor anecdótico si no fuera porque cuando acabó el pase, su reacción a la película me pareció especialmente significativa. Con los ojos enrojecidos y aplaudiendo mientras asentía emocionada, María se giró a un amigo que se había sentado justo detrás de ella repitiendo solo una palabra: “Brava”. Y con esa palabra y esa reacción que tan de dentro le salía, María León consiguió capturar exactamente lo que supone Una Mujer Fantástica. Exactamente lo que la película se merece que el público grite. Brava.

Daniela Vega, la vulnerabilidad en «Una Mujer Fantástica» | BERLINALE © Fabula

La historia de Una Mujer Fantástica es hija de su tiempo. Una historia que solo podría haberse filmado en el Siglo XXI. Y por la manera en la que está filmada, probablemente solo durante la segunda mitad de lo que ya llevamos. No es una novedad que una historia se centre en un personaje transexual (tampoco es algo precisamente habitual), pero sí lo es que esa historia esté protagonizada por alguien que sí se encuentra bajo el paraguas de la comunidad LGTB. En el pasado, Hillary Swank, Felicity Huffman o Eddie Redmayne han interpretado a personajes transexuales, pero por primera vez, el cine ha dejado a las personas trans contar su propia historia. Y visto lo visto, lo hacen bastante mejor de lo que al sector conservador de la industria, que llevaba años evitándolo, le hubiera gustado.

La película de Sebastián Lelio cuenta una historia sobre una mujer transexual, que no la historia de una mujer transexual. Un matiz sutil que, sin embargo, marca una diferencia que rompe con la gran mayoría de películas con personajes transexuales como protagonistas que se han hecho anteriormente. En Una Mujer Fantástica, cuando conocemos al personaje de Marina Vidal (Daniela Vega), ella es una mujer trans con una vida, un trabajo y una relación estable. Vive de manera perfectamente normal, donde ella no es ni una marginada social, ni está sumida en un conflicto interno sobre su género, ni tiene a nadie tratando de disuadirla bajo el clásico “es solo una fase”. Marina es una mujer normal y corriente que canta maravillosamente y vive en casa de su novio en el centro de Santiago de Chile. Una mujer feliz hasta que, de forma abrupta, su novio fallece la noche de su cumpleaños.

Daniela Vega Francisco Reyes Una Mujer Fantástica
Daniela Vega y Francisco Reyes en «Una Mujer Fantástica»| © Arne Höhne Presse

A raíz de esto, Marina tiene que enfrentarse no solo al dolor que la muerte de Orlando (Francisco Reyes) le provoca, sino también a la familia de él, que no tiene ningún reparo a la hora de dejarle bastante claro que preferirían verla muerta a ella, y a la policía, que también trae consigo una buena lista de prejuicios que le sueltan a la cara sin ningún tipo de problema. Marina se ve envuelta en una búsqueda de la dignidad que todo el mundo parece querer quitarle sin ningún reparo. Desde no dejarle ver el cuerpo de la persona a la que quería, a negarse a llamarla por su nombre. Un viaje donde todo el mundo trata a Marina como si fuera un ser inferior, como si por el hecho de ser transexual ella dejara de ser un ser humano.

No se trata de un personaje fácil, pero Daniela Vega nos muestra el interior de Marina con una mirada que cuenta más de lo que calla. Una espectacular interpretación que deja claro que el título de Una Mujer Fantástica está perfectamente escogido. Resignación, desolación y desesperación. Daniela Vega nos coge de la mano y nos lleva con ella a través de este viaje en el que Santiago de Chile se vuelve una ciudad casi asfixiante. Donde la dirección de Sebastián Lelio es sutil, pero contundente, y donde la belleza de los planos confluye con la dureza de la historia de manera que a menudo roza lo poético.

Los ojos de Daniela Vega, el reflejo de una mujer rota en «Una Mujer Fantástica» | BERLINALE © Fabula

La película divide en dos a todo aquel que la ve. Por un lado, uno quiere que Marina se vaya a casa para evitar que la ridiculicen todavía más, porque como espectadores, sabemos que ella no se merece nada de lo que le pasa. Por otro, la rabia derivada de la frustración nos lleva a querer que se revele contra esa familia que de manera tan denigrante le ha arrebatado su dignidad. Y en cualquiera de los dos casos, lo que la película consigue es la absoluta empatía con la protagonista. La angustia, la frustración y el dolor que siente Marina se convierten en los verdaderos protagonistas de Una Mujer Fantástica, unos sentimientos que quieren reflejar el día a día de personas cómo ella, que tampoco se merecen lo que tienen que vivir. Porque en realidad, la película no es tampoco una historia sobre una mujer transexual. La película es una historia sobre una persona que, además, da la casualidad de que es transexual. Que Marina sea una mujer trans es solo el fondo para mostrar las emociones por las que ella pasa, y por las que, por extensión, nos hace pasar a nosotros.

Una Mujer Fantástica no es una película fácil de ver, pero tampoco tiene por qué serlo. La historia funciona como el desagradable reflejo de una sociedad que está sumida en prejuicios, por mucho que a veces vayan camuflados de forzada educación. Un reflejo que deberíamos mirar más a menudo. Un retrato de un mundo que, tal y como dijo la propia Vega presentado la película, está lleno de personas empeñadas en levantar muros, y en el que hace falta más gente que, cómo María León, se atreva a gritar un “brava” ante Una Mujer Fantástica. El mundo lo necesita. Y la película se lo merece.

Aitor Salinas
"La cultura popular es la política del Siglo XXI", Gale Weathers. Reportera intrépida. Leyenda del periodismo.

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