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La representación LGTB en la literatura

Vía estoybailando.com

Quizá la literatura no sea lo mismo que era antes. Es evidente que como arte se conserva y se conservará indefinidamente, pero la literatura no solo es arte, tiene más funciones. Una de ella es la social. Por poner un ejemplo, a principios del siglo pasado, se podía definir el sentimiento de una generación leyendo los libros de los existencialistas. No solo eran libros de calidad sino que se comprendían las realidades sociales a través de sus líneas. La literatura siempre ha sido el elemento de conexión de las sociedades pasadas con un futuro indeterminado.

Y no seré yo el que diga que ahora ya no se pueden interpretar los libros para dar un sentido y unas causas a las conductas de la sociedad contemporánea. Sin embargo, la literatura tiene que competir con muchos más medios que reflejan de manera más inmediata la función social que antes cubría en su totalidad la comunicación escrita. Quizá es por eso que el mundo LGTB al empezar a tomar fuerza sobre todo a finales del siglo pasado, no se ha visto reflejado en la literatura de la misma manera que otras corrientes sociales anteriores sí lo hicieron. Sin embargo, quizá la literatura, aunque otros medios le superen, sigue siendo lo mismo que era antes.

La literatura LGTB ha evolucionado en su corto periodo de historia. Lo que al principio se visibilizaba exclusivamente por autores específicos, ahora ya tiene un género propio, es decir, que ya se puede hablar de literatura LGTB. En este cambio se han ido abandonando clichés, y lo que antes era una literatura autobiográfica, centrada en el conflicto sexual en sí, con una visión pesimista; se ha convertido en una novela libre de clichés, en el que el problema central ya no es la sexualidad, y en la que incluso se usa el humor. (Si queréis saber más de la literatura LGTB leed Orgullo con todas las letras, un artículo de Emilio de Benito para El País).

En esa evolución también han ido apareciendo cuentos infantiles con temática LGTB, y lo que empezó siendo una literatura centrada en el movimiento gay, va cada vez expandiendo sus horizontes y acogiendo bajo su seno a transexuales, bisexuales, intersexuales y queers. Quizá estos términos al principio nos sean ajenos, pero poco a poco nos van sonando cada vez más. Y es probable que sea eso la clave, que se normalicen las realidades y las relaciones de este colectivo para que la sociedad lo integre.

En un futuro ideal no haría falta una categoría especial para la literatura LGTB, porque sería algo usual construir una historia con personajes de orientación sexual variada, y que esa realidad no centre la acción del relato, sino que sea una circunstancia más. Sin embargo los colectivos oprimidos o minoritarios siempre deben recibir un empujón inicial para conseguir ser aceptados. Por eso, el escribir libros con esta temática no solo sirve a los que forman parte del colectivo a encontrar historias en las que se puedan sentir identificados, sino al resto que no lo conformen para conocer y comprender mejor una realidad que les puede llegar a ser ajena.

Es posible que la literatura esté en decadencia como medio de reflejo de la sociedad y no sea lo más rápido para llegar a ese objetivo. Pero es el modelo tradicional en el que se han ido comunicando todos los problemas y soluciones de la humanidad a lo largo del tiempo. Y aunque no sea el más importante, sigue siendo fundamental que la literatura grite al son de la sociedad, para que el presente lo normalice y el futuro lo pueda comprender.

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