Este fin de semana no ha sido uno cualquiera. 140 artistas han llenado Madrid de música en un festival para nada al uso. El Ballantine’s True Music consiguió llenar 17 salas de la capital de música en dos días que hicieron de Madrid toda una fiesta. Una barra libre de estilos que han hecho las delicias de todo aquel que ha querido pasarse.
Era complicado enfrentarse al cartel del Ballantine’s. No sólo había que elegir los grupos, sino también tener en cuenta dónde tocaban y quizá lo más importante: el desplazamiento entre sala y sala. A la Galileo Galilei a ver a Lori Meyers y después corriendo a Costello para no perdernos a Miss Caffeina. ¿Y por qué no nos pasamos por Café La Palma a ver a Bambikina? Con miles de personas con pulseras recorriéndolas, las calles de Madrid eran un escenario más del festival.
Por eso, esta crónica cuenta sólo uno de los miles de festivales posibles. Era imposible verlo todo; cada uno hacía su propio festival.
Para OFF Magazine empezó el viernes en Joy Eslava. La francesa Jain era una de las presencias internacionales del festival, y para nosotros era visita obligada. La intérprete de Come ha llenado las radios de su estilo influenciado por ritmos africanos. El ambiente estaba bastante tranquilo, lleno de gente joven. El concierto comenzó con varios destellos a golpe de percusión, y con Jain saliendo ella sola al escenario. No le hizo falta más que un sintetizador para llenar el escenario de energía. La francesa orbitaba entre el instrumento y el público, que comenzó a bailar desde la primera canción.
Hizo saltar a toda la sala e incluso se animó a grabar a algunos de los presentes para que la ayudaran a cantar Come. Divertida y espontánea, la joven artista consiguió llenar la sala ella sola y nos dejó con ganas de más.

Salimos corriendo de la Joy Eslava y llegamos al Círculo de Bellas Artes. Los noruegos Kakkmaddafakka trajeron su rock a la ciudad. Entraron saltando y levantaron a todos los presentes nada más comenzar. El buen rollo no tardó en expandirse a pesar de que el grupo se disculpó por haberse confundido con una canción. Importó poco. El público sabía a lo que venía y estaba dispuesto a darlo todo. Y a nosotros nos habría gustado hacer lo propio pero en Intruso, los Maga estaban a punto de tocar.
Las quejas más extendidas entre los festivaleros iban por ahí. Para ver a varios artistas era casi obligatorio no ver las actuaciones enteras. La lejanía de algunas de las salas jugó en contra de muchos asistentes, que perdieron la posibilidad de ver a sus artistas favoritos. También se cuestionó el criterio a la hora de asignar las salas, con unos Miss Caffeina que desbordaron la Costello en cuestión de minutos y a los que muchos se quedaron sin ver.
Pero estábamos en Intruso con los Maga, que llegaron como dos amigos a presentar algunas canciones de Salto Horizontal y a dar cuenta también de temas más antiguos. Contrastaba el baile de Jain y la caña de Kakkmaddafakka con la intimidad de este directo. Este era un festival de contrastes en el que era casi imposible que no te gustara algo. Aquí, Miguel Rivera se podía permitir charlar con los asistentes de tú a tú y bajar con su guitarra a tocar entre el público. Incluso nos regalaron dos bises. Las cervezas en la mano y las palmas acompañaron al último concierto de la jornada para nosotros.
Y llegamos al segundo día, que arrancamos en Galileo Galilei para disfrutar de la hipnótica Anni B Sweet. En un acústico a tres, la andaluza consiguió llenar de música la sala aunque no de gente. Tampoco importó. Los que allí había, eran fans de verdad, y las ovaciones al final de cada canción lo atestiguaban. “Sois pocos, pero joder, gritáis más que si estuviera lleno”, reía Anni.

Es probable que la lejanía de la sala respecto a otras jugara en contra de la malagueña. Aun así, sonaron bellísimas versiones acústicas de los temas más conocidos de Chasing Illusions. Y canciones más antiguas que no suelen sonar en acústico ganaban una nueva profundidad. Disfrutar de la tremenda voz de Ana López en una sala como la Galileo era la mejor forma de comenzar la segunda jornada.
Y termina Anni y nos quedamos fuera de Costello para ver a Miss Caffeina. Sí, nosotros también lo sufrimos. Pero con tanta oferta, el sábado noche no podíamos dejar pasar el buen rollo de Carlos Sadness. Nos dirigimos así a la sala El Sol, en la que pudimos disfrutar un poco del soul de Forastero, con una caña instrumental que pese al vacío de la sala animaba la noche.
Después le tocaba el turno a Sadness que puso a reventar El Sol. Y lo hizo como siempre, a ritmo del ukelele que sacó a bailar a los presentes. Melena en movimiento, entonaba canciones como Perseide, Días impares, Groenlandia, Miss Honolulu… Y sí, tocó nuestra favorita, El día que volviste a la Tierra.

El punto anecdótico y casi bochornoso lo puso una espontánea que no salía del escenario a lo que Carlos dijo «Me he dejado a un guitarrista atrás, pero en su lugar ha venido esta chica que parece estar cómoda ahí». No entendemos por qué no se llevó un proceso de seguridad antes, porque la situación era de lo más incómoda. Pero ante el espectáculo nadie se podía interponer. La sala saltaba, cantaba, era sábado noche y Carlos Sadness nos trasladó a ese Hawaii de colorines y piñas que bien se fundía con el calor de Madrid.
Y nos desdoblamos. Porque al lado de El Sol, en el Círculo de Bellas Artes estaban pinchando The Zombie Kids y no podíamos quedarnos sin bailar su electrónica. Con copas en la mano y las manos levantadas, el público lo dio todo en la sesión que empezaba a inaugurar la noche. La formación español-turca no dio tregua. Y aquellos que llegaron dispuestos a alargar el sábado, lo pudieron hacer con más directos que se prolongaron hasta el amanecer.
El True Music Festival puede presumir de haber traído a Madrid un concepto nuevo y rompedor. La música no está en un espacio cerrado sino que inunda la ciudad. Este concepto de festival da valor a las salas y era necesario en Madrid, que sigue sin ser puntera en cuanto a festivales.
Aun así, os ponemos deberes, Ballantine’s. Los cambios de horarios y las cancelaciones de último minuto no fueron del agrado de los asistentes. Grises se quedaron sin tocar por problemas con la sala y alguno que otro se sorprendía de que el artista que iba a ver había cambiado de hora y lugar.
Buen punto esa aplicación del festival que nos contaba cómo de llenas estaban las salas para evitar un paseo innecesario, aunque se echaba de menos más información sobre los artistas. A pesar de todo, no podemos darle al Ballantine’s True Music Festival menos que un notable alto en su primera edición. Esperamos mejoras de organización en nuevas ediciones, porque estamos seguros de que volverá. Ha sido un fin de semana rompedor, de esos que hacían falta en Madrid.
[Realizado con la colaboración de Rocío Barrantes y Antonio Parrilla]
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