Stravinski y el escándalo más famoso de la historia de la música
La voz que habla a través de Stravinski

La corriente del existencialismo filosófico definía el arte como una lucha contra la Tierra. Del magma que hierve en las entrañas de toda civilización, emana la figura del artista. En su ascenso, se funde con lo telúrico del ser humano y acaba erupcionando con violencia hacia el exterior.
La trayectoria internacional de Ígor Stravinski (Rusia, 1882-1971) comienza en París. Impulsado por el afán wagneriano de unificar varias disciplinas artísticas en una sola obra, estrenó tres ballets basados en el folclore ruso: El pájaro de fuego (1910), Petrushka (1911) y La consagración de la primavera (1913). En este último, el compositor habla con armonías salvajes, ritmos dislocados y acordes superpuestos. Un lenguaje rupturista y disonante que corona la cima del período nacionalista de Stravinski, una innovación radical para cantar las vísceras primitivas de la cultura rusa, ¿una contradicción?
El poeta y crítico de arte Juan Eduardo Cirlot explica esta transformación comparándola con la del compositor español Manuel de Falla: “[Falla] ha superado sus etapas tradicionales para arrancar de su corazón los secos, austeros e imperialistas acordes […] cuya sonoridad, impregnada de tintas marrones y grises, velazqueñas, es la voz de ese dios oscuro, hijo del clima, del trabajo, que es el de la raza”. En La consagración de la primavera, la voz del magma, de la lucha contra la Tierra, habla a través de Stravinski.
El escándalo

El 28 de mayo de 1913, el Teatro de los Campos Elíseos de París y su público distinguido (en el que se encontraban Pablo Picasso, Coco Chanel o Jean Cocteau) presenciaron “un espectáculo extraño, una barbarie trabajada que el público acogió sin respeto”, según un corresponsal del periódico parisino Le Figaro que acudió aquella noche al estreno de La consagración de la primavera.
El ballet comienza con ‘La danza de los adolescentes’. La sección de cuerda, frenética, martillea a la audiencia con un poliacorde (varios acordes distintos tocados simultáneamente) mientras vientos y percusión crean un ritmo asimétrico e inestable a través de ataques disonantes. La música describe la situación de una doncella rusa que es raptada y obligada a danzar hasta la muerte para obtener la benevolencia de los dioses en el comienzo de la primavera.
Violencia, sordidez, sacrificios humanos y coreografías imposibles. El público comenzó a abuchear la obra y, poco después, la pelea en el patio de butacas alcanzó a Stravinski y a su coreógrafo, Váslav Nijinski. En el segundo acto, ambos tuvieron que huir del Teatro para evitar los disturbios. Las críticas fueron demoledoras.
Hoy, La consagración de la primavera se considera la obra más influyente del siglo XX. Además, es una de las piezas con más grabaciones de la historia de la música. El eco de este ballet, que vino desde las entrañas de la cultura rusa, perdura todavía en el jazz, la música electrónica y el repertorio clásico. Eusebio García-Mina, crítico musical, dijo una vez sobre Stravinski: «No busquéis en él idea filosófica alguna; ni la tiene, ni la quiere. Él no desea más que andar, correr, volar«.