Quien me conozca sabrá el miedo que le tengo a volverme inmortal.
Quedarme plasmada eternamente en palabras que otras mentes hayan escrito.
Quien me conozca sabrá.
Y el resto se quedarán mirando extraños a un punto fijo.
Como si no existiese.
A veces pienso, grito porque tengo voz. Y es todo el potencial que tengo.
Escribo porque tengo un corazón inundado de palabras. Y es todo lo que sé.
Pero miento.
Escribo porque leo. Como arma de construcción masiva de mí misma.
Porque las palabras bailan en mis ojos y me adentro.
Leo porque no sé, y soy verbo evolutivo. Porque me creo. Y me recreo.
Porque no tengo las respuesta a todas las preguntas que se amontonan en mi pecho.
Leo.
Y lo hago porque no busco respuestas.
Ni cerradas ni abiertas.
Porque construyo una casa con mil puertas para que todos quepan.
Leo porque alguien dejo su aliento en cada página. Porque son historia.
Porque doblo las esquinas para recordar el pinchazo al corazón.
Y que quizás al releerlo ya no duela.
Leo para saber hablar. De mí, del resto y del mundo.
Para saber que el odio corrompe nos corrompe y creer en la magia.
Para saber que hay una mitad del mundo que aún puede salvarlo, para cerrar los ojos y seguir viendo.
Los libros son el espejo donde descubro todas las vidas que tengo.
Donde me escondo dentro.
Leo porque aún no he aprendido otra forma de no morir en el intento.
