Big Little Lies: Una vida perfecta es una mentira perfecta
“Kidman y Witherspoon son productoras ejecutivas de Big Little Lies, y puedes ver lo que probablemente pensaron que tenían entre manos – un melodrama de misterio sexy que también funcionaría como un comentario sobre asuntos importantes para las mujeres de su edad (40s). Pero el misterio es una farsa, y el drama no tiene nada nuevo o interesante que decir. (La trama que involucra al personaje de Kidman y su violento y joven esposo, interpretado por Alexander Skarsgard, tiene una energía espeluznante, sin embargo, es tan poco original como las otras líneas de la historia, pero te mantiene mirando.)” – Mike Hale, The New York Times
Con su esperado estreno, la serie Big Little Lies ha creado un movimiento de una envergadura poco común entre fenómenos sociales televisivos -similar a, por ejemplo, el generado por Stranger Things el verano pasado- tanto a nivel de aceptación crítica (la serie tiene un 92% de críticas positivas entre los críticos de RottenTomatoes), como de aceptación pública (Reese Witherspoon y Nicole Kidman comentaron en entrevistas a Vogue que nunca habían tenido una respuesta del público durante su carrera como la que han tenido con Big Little Lies: “Nunca he visto tanta gente parándome y queriendo hablar de ello. ¡O simplemente queriendo hablar!«, dijo Witherspoon).
La serie, que sigue la vida de cinco madres californianas y las relaciones que estas entablan entre ellas, sus hijos y sus parejas, ha sido un éxito que ha calado entre la gran mayoría del público gracias a que contiene algo tan poco común en la parrilla televisiva actual (y prácticamente también la cinematográfica) como es el retrato de cinco mujeres, pero construido desde la honestidad, naturalidad y sinceridad necesarias para crear la verosimilitud emocional que ha conseguido la serie. Big Little Lies le ha dado el protagonismo a las mujeres, mostrando sus problemas, sus preocupaciones, sus conversaciones y su vida en general, y lo ha hecho para mostrarlas no como estereotipos histéricos (Mujeres Desesperadas), personajes funcionales al servicio de un melodrama constante (Anatomía de Grey) o simplemente personajes a secas, sino como personas. Personas complejas, interesantes e imperfectas.

Cuando una serie está protagonizada por personajes femeninos, es habitual que automáticamente queden relegadas al saco de “series de mujeres” (como si eso significara algo), donde todas son tratadas como si no se pudiera distinguir una de la otra, pero Big Little Lies no es una “serie de mujeres”, sino una serie sobre personas. Personas con problemas humanos y sentimientos humanos con los que todos podemos empatizar sin la necesidad de ser una mujer (desde la insatisfacción como padres hasta la impotencia de enfrentarse a que tu hijo esté sufriendo bullying). Sin embargo, por el simple hecho de provenir de una serie con mujeres como protagonistas, automáticamente queda relegada al plano sentimentalista y melodramático. Deja de ser un producto de calidad.
Así lo ve Mike Hale, tal y como ha retratado en su crítica para el New York Times, pero como Hale, muchos otros (hombres blancos heterosexuales) han sumado críticas en las que muestran no haber comprendido absolutamente nada de lo que han visto. Han visto pelucas y mujeres gritándose al recoger a sus hijos, pero no han sabido (o querido) ver más allá de eso. Desde constantes comparaciones con Mujeres Desesperadas (con la que solo comparte el protagonismo femenino), hasta la profunda (e inquietante) incomprensión de la relación abusiva que vive Nicole Kidman en la serie, que ha sido definida como “juego sexual sadomasoquista” en el New York Post o, según el Times, como una relación que entra en el territorio de Cincuenta Sombras. Puede que Big Little Lies hable de mujeres, pero su impacto nos habla de nuestra sociedad y la incapacidad que los hombres muestran para entender narrativas construidas desde una visión femenina.
Tanto Kidman como Witherspoon negaron haber leído las críticas (ellas desde luego pueden permitírselo), pero su perspectiva como mujeres protagonistas y sobre todo como mujeres en la industria resulta especialmente interesante. Por su parte, Witherspoon dio la respuesta que todos dimos en nuestra cabeza demostrando que a estas alturas ella ya está muy por encima de todo esto: “A veces me pregunto si [estos críticos] han visto la serie realmente. (…) Solo he oído una mala crítica de un tío. Y estoy bastante segura de que era un tipo blanco, mayor y cabreado. Así que escucha, ¿a quién le importa? Encontrará la audiencia que se supone que debe encontrar “. Nicole Kidman también podía haber dado una respuesta como Witherspoon, pero en vez de eso definió con solo un par de líneas la razón por la que esta serie es absolutamente brillante: “Puedes coger (la serie) por lo que es y pensar, “Oh, es un montón de mujeres ricas corriendo por jardines de infancia viviendo una vida completamente superficial”. Pero creo que esa es la brillantez de Liane (la autora del libro en el que se basa la serie) (…). Crees que es entretenimiento ligero, y antes de que te des cuenta te has quedado sin aliento.”

La serie muestra mujeres cuya complejidad hace que parezcan reales, no muestra la concepción que hombres como Mike Hale tienen de ellas, y lo hace de manera brillante gracias a un logrado equilibrio en su tono. Como decía Jen Chaney en su crítica para Vulture: “¿Hay un elemento escapista a esta serie, y un cierto placer que se deriva de ver a Reese Witherspoon pelear con Laura Dern utilizando Frozen Sobre Hielo como arma? Dios mío, sí. Encontraría Big Little Lies tremendamente disfrutable, aunque eso fuera todo. Pero esta serie es mucho más que sólo madres sobreprotectoras peleando entre ellas”.
La serie prometía mujeres blancas y ricas que viven en sus palacios de cristal en la costa californiana mientras beben chardonnay en sus terrazas del tamaño de un campo de fútbol y acaban involucradas en un asesinato. En ciertos aspectos, prometía exactamente lo mismo que vendía Mujeres Desesperadas. Pero según avanza la serie, se desarrollan los subtemas que cobran protagonismo hasta revelarse como los verdaderos temas. La trama del asesinato solo se analiza en el último episodio, pero te acaba dando igual porque la serie no va de eso. Las peleas y el chardonnay se acaban convirtiendo en el escenario que el escritor de la serie David E. Kelley utiliza para reflexionar sobre asuntos tan graves como el abuso doméstico, la insatisfacción matrimonial o el estrés post-traumático derivado de una violación. Y lo hace de manera sutil, sin hacerlo evidente, pero sin conseguir que pase desapercibido. Deja que las cosas fluyan de manera natural como lo harían en la vida real. Porque la brillantez de la escritura de la serie reside en que todo se muestra de manera punzantemente verosímil.

La serie es graciosa sin ser una comedia y dramática sin ser un drama. Nos reímos cuando Madeleine (Reese Witherspoon) grita a un guardia de tráfico, pero contenemos la respiración cuando Celeste (Nicole Kidman en su mejor papel en años) se culpabiliza por el hecho de que trabajar la hace sentir viva de una manera que la maternidad no puede. Y por el hecho de tratarse de gente con dinero no son sentimientos que queden automáticamente invalidados. Jean-Marc Vallé lo dejó claro en una entrevista para Vulture: “Es cierto que la mayor parte de la comunidad es rica, pero no los estamos representando, mostrando, y definiendo solo por eso. No tenemos miedo a golpearlos y criticarlos, pero tampoco a preocuparnos por ellos. Esa es la belleza de la serie. ¿No eres un ser humano porque tienes dinero? ¿No se te permite sentir?”. Tanto Vallé como el magnífico reparto de actrices le ha aportado a la serie lo que necesitaba para que no la devorara la parodia a la que podía haberse visto abocada, y no es otra cosa que la dignidad y respeto que estos personajes se merecen. Y con eso ha conseguido que el interior de estos personajes acabe ganando a la opulencia del exterior.
La secuencia de créditos iniciales termina con las cinco protagonistas disfrazadas de Audrey Hepburn caminando en fila hacia la cámara. Justo cuando se encuentran delante, hacen un gesto y se apartan para dejar paso a la siguiente. Nicole Kidman da un golpe con la cabeza, Laura Dern mira fijamente y Shailene Woodley se pasa las manos por delante de los ojos. Y por alguna razón, resulta incómodo que hagan eso, y es porque este es el único momento de toda la serie en el que no vemos a los personajes, sino que vemos a las actrices, disfrazadas, avanzando hacia la cámara. Vemos que es falso. Y lo vemos porque todo lo demás de la serie resulta demasiado real. Y en eso se basa Big Little Lies. Puede que retrate la superficialidad de una comunidad, pero son los sentimientos de fondo lo que tenemos que mirar. Como decía Kidman, puede que pienses que es entretenimiento ligero, pero al final, casi sin darte cuenta, te acabas quedando sin aliento. Y no le faltaba razón. Vaya que si te quedas sin aliento.