Un genio triste

Miles Davis (1926-1991) era un hombre de pocas palabras. Un músico de jazz vanguardista, negro y atormentado que no nació siendo una estrella. Un joven que vagaba por las bibliotecas de Nueva York para estudiar las obras de Stravinsky, Alban Berg y Prokofiev, o un hombre de voz rasgada y melodías limpias que ejercía de proxeneta para pagarse la heroína en los años 50. Genio contradictorio, rebelde y explosivo.
“Esto es la música clásica en términos de quienes la interpretan: cosa de robots. Y la gente les aplaude como si fueran buenos”. Para él, todo estaba en el sonido. Odiaba las reproducciones carentes de significado y los saxofonistas que imitaban a John Coltrane. La trompeta de Miles sonaba telúrica y huía de lo banal. Buscaba sus raíces a través de una sordina de acero y dejaba que el árbol genealógico del jazz germinara. Porque Miles prefería la muerte a la ausencia de creatividad, y murió luchando contra unos médicos que querían intubarle tras ser ingresado con una neumonía bronquial. En ese momento, sufrió un infarto y entró en coma.
Cuatro años antes de que desconectaran la máquina que lo mantenía con vida, Miles acudió a un homenaje por la trayectoria de Ray Charles en la Casa Blanca. Subversivo, con pantalones de cuero y el dibujo de una serpiente roja a la espalda. Durante la cena, la mujer de un importante político estadounidense preguntó con malicia cuáles eran sus méritos para estar cenando junto al presidente Reagan. Miles no se lo pensó dos veces: “Bueno, yo he cambiado el curso de la música en cinco o seis ocasiones. Pero, dígame: ¿qué ha hecho usted, aparte de ser blanca?”
Kind Of Blue

Los prejuicios raciales habían alimentado la acidez y el escepticismo de Miles Davis, pero todavía conservaba la sencillez que reclamaba en sus melodías. Cuentan que, cuando estaba grabando el álbum Kind Of Blue, alguien le preguntó cómo sonaba. El músico respondió: “Bueno, suena como… triste”. En realidad, no hay mucho más que decir sobre el disco más vendido de su carrera y de la historia del jazz y que, según la revista Rolling Stone, se encuentra en el puesto número doce en la lista de “los 500 mejores álbumes de todos los tiempos”. Miles lo dijo todo con su trompeta.
John Coltrane (saxo tenor), Cannonball Adderley (saxo alto), Jimmy Cobb (batería), Paul Chambers (contrabajo) y Bill Evans (piano). Junto a cinco de los músicos de jazz más brillantes de 1959, Miles saltó al vacío. Abandonó la tradición tonal y armónica de siglos de música occidental y se adentró en el jazz modal. Las improvisaciones de Kind Of Blue ya no se basaban en una secuencia de acordes concreta, sino en las “escalas modales”: los músicos pensaban en sonoridad y no en armonía, al igual que en los cantos gregorianos medievales o en el impresionismo de Claude Debussy.
Kind Of Blue fue un éxito comercial, un punto de inflexión y un rompehielos para el avance del jazz, el rock o la música clásica en el siglo XX. Y suena como… triste.