Parecía que no iba a defraudar y no lo hizo. Tras vender las 1800 entradas te podías esperar de todo menos un concierto aburrido. Y si hablamos del Kanka, más. Haciéndose de rogar un poquito se plantó en el escenario de una Riviera abarrotada. Y comenzó fuerte, tan fuerte que hasta el público le hacía callar. La elección de las primeras canciones ya aventuraban que el repaso a su discografía en el concierto iba a ser bestial. Y así fue, dos horas de concierto en el que dio tiempo a todo: bailar, cantar, gritar, saltar, reír. Nunca descansar. No se puede.
Esperaba la gente colaboraciones y las hubo, por el escenario pasaron Carmen Boza, El niño de la hipoteca, Rozalén, Shafir. Fueron los que dieron ese, todavía más, punto especial a la velada que parecía perpetua. Todo apuntaba a quedarnos a vivir en ese concierto lleno de buenrollo. De esos conciertos que te dejan con un estado de adrenalina y felicidad que no sabes por donde expulsarla. Pero sí, hasta los mejores conciertos tiene su final (oooooooh). Porque lo de ayer del Kanka en la Riviera, puede ganarse el título del mejor concierto de su carrera.