Hubo un día en el que alguien me dijo dime cómo amas y te diré lo que duele.
Y yo cerré los ojos preguntándome
cómo había querido yo para quererme tan poco.
Siempre me creí capaz de curarme
sin saber que la venda me la ponía en los ojos y no donde dolía.
Nada peor que querer y ser herido,
nada peor que herir sabiendo
dónde está la herida,
nada peor que ir a buscarte
teniendo lo que ya tenía.
Siempre pensé que quererte
fue como no quiere ver acabar la película,
levantarte de la butaca
y lamentar haber pagado la entrada,
preciosa cartelera la nuestra : dos nombres y no un destino.
He de decir
que nunca me gustaron los finales felices pero sí los de verdad .
Donde nos cogemos de la mano al miedo por no sentirnos solos,
donde nos morimos de rabia por lo perra qué es la vida,
donde dificultamos el paso a quien quiere solo entrar en nuestra vida dispuesto a quedarse,
donde la risa del otro es el calmante de cualquier motivo para irnos.
Y es que no tengo mejor rutina
que la de pensar por qué no estás, porque llegará el día
en que sepa la respuesta
y será cuando me digas que no estabas
porque no habías llegado aún .
Todas las veces que abrí la mano y cerré el corazón fue porque no tenía valor suficiente decirte adiós con la voz.