Muchas veces nos ponemos delante del espejo y no sabemos bien qué decirnos.
No sabemos si pedirnos perdón por todas las veces que no nos quisimos lo suficiente o por todas las veces que no supimos mirarnos dentro.
Que encajar no es de valientes, no hacerlo sí lo es.
Colorear , saliéndonos del borde, también puede ser divertido, ¿no?
Quizá es que a veces nos dejamos llevar demasiado por un ¿Estoy bien? a un estoy bien, y ahí está la gran diferencia.
Siempre es buen momento para luchar(nos) y para quedarnos a vivir en las pequeñas cosas que, al fin y al cabo, son las que más calor dan.
Muchas veces nos ponemos delante del espejo y no nos reconocemos.
Quizá sea por las ojeras cargadas de sueños no cumplidos o porque en nuestra cara alberga una sonrisa con sabor a nadie.
Nunca sé lo qué hay al otro lado, tampoco pretenderlo saberlo.
No quiero saber tampoco qué piensa mi yo del pasado de mi yo de ahora cuando tenemos errores de diferencia, y creo que si no fuera por los errores no seríamos las personas del espejo del hoy.
Aunque, para mí , cometer un error siempre será como ver la piedra e ir a tropezar con ella.