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‘Passengers’ o cómo aprender a quererse en el espacio

Parece una apuesta segura en el Hollywood actual juntar a dos actores jóvenes, atractivos y en plena racha de éxitos en crítica y taquilla como protagonistas en un único film. En esta ocasión el turno es para Chris Pratt y Jennifer Lawrence. El primero, con una sólida carrera por delante, cimentada desde el éxito rotundo de ‘Guardianes de la Galaxia’. La segunda, con un tempranero Oscar y hasta 4 nominaciones que la acreditan para lo que quiera, más allá de su innegable capacidad interpretativa.

En ‘Passengers’, no obstante, los personajes encarnados por ambos en sendos papeles protagonistas no necesitan grandes alardes interpretativos. O es que Jennifer y Chris lo hacen lo suficientemente bien para que no notemos las costuras. Y es curioso, porque la actuación recae de lleno en ellos, dado que hablamos de una película de género puramente romántico, aunque los aspectos visuales vistos en tráilers y carteles puedan llevar a confusión a los menos cinéfilos. Tanto es así que los dos secundarios del film de Morten Tyldem tienen una presencia casi anecdótica, sirviendo más como herramientas de apoyo a la trama o desencadenantes de giros argumentales que como personajes “reales”.

En definitiva, y yendo al grano, se puede decir que sí, el romance entre Aurora Lane (Jennifer Lawrence) y Jim Preston (Chris Pratt) llega a ser creíble, y si de dejarnos seducir se trata, ambos cumplen con su cometido a la perfección. El principal problema de ‘Passengers’ no es tanto la relación entre ambos personajes, sino que su director no haya querido explotar otras posibilidades que, sin duda, podían surgir del planteamiento inicial. Así, las escenas se van sucediendo hasta el final de forma más o menos previsible, ofreciendo momentos bastante logrados en lo visual, como la ausencia de gravedad en la piscina, con una Lawrence atrapada entre lo cómico y lo terrible.

Me gustaría decir que algún aspecto del giro argumental me sorprendió, pero no fue así. Ni siquiera el final está bien construido, con un personaje bastante plano, aunque interpretado bien por Laurence Fishburne, cuyo único cometido en la cinta es crear ese obligado primer giro. En los primeros compases parece que la nave puede convertirse en un personaje más. De hecho, llega a serlo en alguna que otra ocasión, pero todo aspecto de ciencia-ficción acaba quedando en segundo plano, como el telón romántico de lo que pudo ser y no fue. Como el escenario perfecto para una historia de amor imperfecta pero igualmente válida. Y no olvidemos la actuación de Michael Sheen como cyborg, que no esta nada mal limpiando vasos y soltando frases chistosas desde su condición de no-humano.

‘Passengers’ funciona para el espectador que sabe a lo que va, y a él le da lo que quiere. No estamos aquí ante una odisea en el espacio. No estamos en la Nostromo lanzando llamas y sudando. Aquí las llamas y el sudor vienen, principalmente, motivados por otro tipo de sentimientos. Es eso lo que debemos entender para perdonarle la simpleza que muestra en la resolución del conflicto de los últimos tramos de metraje. Y, así, podremos disfrutar de Jennifer y Chris colgando de cables en mitad de la nada, jugando entre ellos a la pesca espacial, aunque ya nos hayamos tragado a Matt Damon haciendo lo mismo en ‘The Martian’, o a Matthew McConaughey flotando de forma similar en ‘Interstellar’.

Al menos, ‘Passengers’ nos deja una moraleja bien interesante sobre la que reflexionar un par de días, o incluso cambiar nuestra vida, según el momento en que nos pille. Quizá esto sea excusa suficiente para darle una oportunidad más allá de actores interesantes o argumentos más o menos explotados. Y si todos esos rollos moralistas sobre la vida, el tiempo y el amor envueltos en moralejas desgastadas no os convencen, al menos recordad una cosa: las consecuencias de despertar antes de tiempo pueden ser devastadoras. Más en la Tierra que en una nave espacial. Allí, al menos, encontraremos al amor de nuestra vida. Y sin necesidad de oír el machacante despertador.

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