¿Os habéis parado a pensar en las miradas que han hecho posible por encontraros pero vosotros nos habéis dado cuenta por preferir caminar cabizbajos mirando a una pantalla?
La alegría,
la tristeza,
el amor,
la felicidad,
la vida.
Están ahí fuera, siempre lo están.
Quizá los que no sepamos estar, seamos nosotros.
Que preferimos perder el tiempo en bloquear y desbloquear una pantalla por ver si nos ha llegado algún mensaje, o por saber qué hora es cuando en verdad nos da igual todo eso. Quizá es que a muchos nos dé demasiado miedo echar la vista arriba por lo feo que está el mundo ahora, pero no creo que sea ni lo justo ni lo correcto, porque todos nos merecemos que nos saquen a bailar alguna vez.
Decimos que solo queremos a alguien que nos haga reír, y somos los verdugos de nuestra propia felicidad.
Culpamos a no se qué de que no exista esa persona. Siempre lo hacemos.
Cuando en verdad, siempre ha estado ahí, pero no nos hemos percatado. Adivinad por qué.
He pensado que, muchas veces, el momento correcto, el aquí y ahora han tropezado conmigo.
Y yo he seguido adelante, sin mirar, sin importarme llevar los cordones desatados, porque creo que hasta que no nos caemos del todo, hasta que no duele, no somos conscientes de que a veces:
ser feliz también duele.
