Opinión

Sin decir adiós

Los jugadores de Chapecoense celebran su pase a la final | Imagen: El Universo Colombia

No os engañaré. Hasta ayer por la mañana tenía más que perfilado un artículo sobre Rita, Fidel, y unos hipócritas. Pero lo cierto es que, como fiel reflejo de la vida, el destino te da la posibilidad de cambiar ese hilo de palabras que ya tenías, para confeccionar un bello recuerdo en honor de aquellos que estuvieron, pero que no podrán estar más.

Son las siete de la mañana. Como cada día, me levanto para ir a clase. Me lavo la cara, y mientras me visto pongo la tele. Deportes, economía, política, y casualmente los regalos que más se venderán en estas Navidades. Ni nada ni nadie había cambiado la monotonía de mis despertares hasta que, con el último sorbo de café, un cartel en letras rojas irrumpió en el lado izquierdo (según yo miro) de la televisión. “Última hora” leo. Levanto la cabeza tras ponerme el último botón de la camisa, y se habla de un avión siniestrado en el que iba el Chapecoense, equipo que disputaría la final de la Copa Sudamericana en el día de hoy, en Antioquía. Hay fallecidos.

Con semblante serio, yo y mi hermano nos miramos. Podría haber sido cualquiera, incluso nosotros. Eso pensamos en ese cruce de caras. Aunque suene duro, es inevitable abandonar esa idea de que la muerte, seas de la condición que seas, siempre te acompañará para sorprender en el punto más inesperado. Todos somos humanos. En shock, uno se tiene que ir de casa para seguir con su día, cosa dura para los que somos sensibles.

Muchos pensarán que nos entristecemos porque son futbolistas, otros que buscamos demasiado el postureo con alegorías de este tipo, cuando no conocíamos a Chapecoense hasta hace unas horas. Discrepo. Sí que es cierto que no somos fans de Chape, pero también lo es que somos humanos, y, como leí en Twitter, en ese avión iban padres, hijos, hermanos, amigos, y sobre todo la gran ilusión de conseguir una gesta al alcance de pocos: ser campeones con un pasado tan humilde.

Que la escalada de este pequeño gigante brasileño no se nos quede en el tintero. Recordemos a esos héroes como lo que son, no por lo que serán. Hoy, en el estadio donde se disputaría la final, todos los socios del Atlético Nacional encenderán una vela. Insuficiente para cambiar el pasado, pero impoluto para guardarlo en el recuerdo. En estas situaciones es donde se ve el componente humano de todos, del cual, me quedo con la comparecencia pública de Gilberto García como portavoz del rival de los brasileños, para pedir a la CONMEBOL el campeonato para los fallecidos, a título póstumo.

4 de mayo de 1949. 6 de febrero de 1958. 27 de abril de 1993. Entre otras, fechas malditas con el mismo final que esta tragedia del 29 de noviembre de 2016. Quiero parar de contar, que no haya más sucesos así. Hoy, todos somos un poco de Chapecoense, un club campeón en nuestros corazones que se marchó sin decir adiós.

m.lopez
Estudiante de periodismo en la Universidad de Sevilla. Actualmente en Nervioneo.com y OFF Magazine.

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