Hablábamos hace unos meses con su vocalista, María Blanco, y ya nos adelantaba que Buenaventura iba a ser un ‘discazo’. Hoy podemos decir que lo es y que en directo suena maravillosamente bien. Se hicieron de rogar, atrasaron la fecha de publicación del disco y las ganas de verles iban en aumento. Pero el trío más melódico se plantó en la sala El Sol con su Buenaventura en la íntima noche madrileña.
Mäbu hizo sonar los primeros acordes de Fantasmas entre una luminosidad tenue de la sala. María, con una diadema de flores que se iluminaban, ponía la voz y nos hacía entrar en el onirismo musical. La noche comenzaba de la mejor forma posible, estábamos preparados para entrar en el mundo melódico de Mäbu.
A solas perdió todo su concepto, porque la banda estaba muy arropada por el público. La sala El Sol se llenó creando cierto estupor en María, que no se creía que hubiera “tantas cabezas” en ese instante. Había que coger impulso desde atrás, así que se volvió a ese disco titulado Detrás de las luces, sonaron así Quédate a dormir, con su melodía tan delicada, suave y frágil de siempre. Y Caimán, metiéndonos en la agudeza y perspicacia de los ritmos.

La noche iba a estar muy bien acompañada, tanto para la banda como para los que disfrutamos del concierto. María daba paso a Rayden para cantar La locura -personalmente, una de las canciones más buenas del disco-. Si alrededor de la música de Mäbu ya creas un universo, en esta canción te sumerges en él. Y no, nunca podríamos decir ‘basta’ a esta canción, la escucharíamos siempre.
De repente, María se convierte en Mari Trini para versionar Yo no soy esa, y arrancó unas cuantas voces entre el público que se sabía esta mítica canción. Y había otra invitada más, en esta ocasión llamaba al escenario a Vega, que puntualizaba en el tiempo que hacía que no se subía al escenario. Con su ya conocida voz profunda y grave acompañó a María para cantar Cara triste, que con cierto hilo de rabia e ironía en la letra nos regalaban un dueto más que bonito.

Poco después, en un ataque de puro sentimentalismo, María entona la versión de Espérame en el cielo y con micro en mano se mezcla entre la gente de la sala. Un momento tremendamente sensible y emocional en el que María deslumbró desde abajo e hizo que alguno soltara unas lagrimitas.
Volvían al presente, a las buenas aventuras de este último disco que tiene por canción La costumbre; y lo que esperamos de Mäbu es que nunca se acostumbren a lo que hacen, porque la innovación, los ritmos tan dispares salen de esas cosquillas que, nerviosas, hacen de su música algo especial. Ya había sonado al principio Mantra, otra del nuevo disco. Y era el momento de la cadenciosa Buenaventura, el ritmo percusionista y tajante que te invita a buscar el sol entre algunos pases de baile sutiles.

Con los presentes marcando las palmas sonaba Paralelo, con sus aires de optimismo, ilusión y esperanza. Difícil quitarse de la cabeza ese ‘paralelo a ti, contigo una y otra vez’ que resonó fuerte en la sala El Sol. Empezaba a oler a despedida, pero llegaba el turno de Los amantes y la sala se llenó todavía más de fiesta al escuchar este single que saca a bailar y cantar a cualquiera. Y por supuesto, no podía faltar tampoco la colorida canción De negro y amarillo en un nuevo retroceso a lo que fue y es Mäbu, pura melodía.
Se iban, se oscurecía la sala, comenzaba el proceso que nunca falta en un concierto, gritar que se quiere otra. Mäbu hizo caso a los deseos de su público y para despedirse no solo nos regaló una canción sino que fueron dos. La sensibilidad del amor fue cantada en Hazme el amor, que nos sacó una cuantas sonrisas. Y si algo especial tiene Mäbu y en concreto María Blanco, es su voz, así que como adiós definitivo sonó el chispeante ritmo circense de Con mi voz que nos dejó a todos con ese ‘síndrome mimoso’.
Algo cambia en tu cuerpo después de escuchar a Mäbu, que lo refuerza además en su directo por la cercanía e intimidad que estos profesan, por las siempre carismáticas palabras de María. Pocas veces interiorizas tanto la música, así que dejemos de etiquetar a Mäbu en géneros y empecemos a aceptar que lo que hacen sobrepasa lo especial.