«EL CIENTO VOLANDO»
Es un poema que habla de la culpabilidad que siempre arraigamos hacia la otra persona, aunque tampoco sepamos bien si es esa persona o somos nosotros.
Nos obsesionamos en buscar siempre un porqué a todo, cuando quizá el porqué esté en no preguntarse porqué.
Y es que, hay personas que siempre serán más del mundo que del nuestro, y que por mucho que queremos tenerlas en nuestras manos, salen volando antes de que hayamos aprendido a volar.
He llegado tarde por el reloj de las culpas
y por la prisa de un perdón que nunca llega.
Siempre fuimos una contradicción sin remedio,
y no por falta de cura,
ni de saliva.
Sí,
fue por ti
y no por mí.
Por tu puta manía de acelerarme el corazón
sin querer arrancármelo para que te llevara de vuelta a casa.
Fue por tu don
de convertir el tiempo en barro que se queda en los zapatos,
para saber qué futuro nos espera
cuando tenemos marcado el camino
y no la vida.
Contigo nunca hizo falta mirar la hora porque,
según tú,
nunca era un buen momento para pararla.
Siempre fuiste de poner la alarma a los sueños,
y de alargar las pesadillas cinco minutos más,
y yo,
de maquillarme la mirada,
y no las ojeras.
Entonces, dime,
cómo se sobrevive quedándote en el nido
y nunca atreviéndote a saltar al vacío,
ya que no fuiste el pájaro en mano,
sino que fuiste el ciento volando.
