Que el rock emergente español tiene mucho que ofrecer se demostró el pasado sábado en la Sala Arena de Madrid. Los grupos Killing Pete, La Ley de Mantua y Neverend ofrecieron un espectáculo musical desde el primer minuto al último. Me demostraron que no todo es indie, que se puede vivir la música y otros estilos desde cerca y salir con la misma adrenalina que la de un concierto a rebosar de público.
Los primeros en deleitarnos con sus acordes fueron Killing Pete. Me quedé sorprendida cuando, con una voz ronca y dura, Eduardo comenzó la primera canción y el público enloqueció formando pogos muy cerca de mí. La pretensión de los Killing Pete siempre es dar caña, pero la palabra se queda corta cuando los ves en directo. Con garra y una motivación extrema tocaban sobre el escenario y hacían prever que la noche no iba a defraudar. “A correr”, se gritaba desde el escenario, y la pista empezó a moverse en círculos cada vez más rápido ante la atónita mirada de una servidora ante tal exhibición. Y sin dejar de sorprendernos, apareció Óscar con su gaita para ofrecernos una mezcla de sonidos espectaculares que hizo que los Killing Pete se despidieran a lo grande.

Me gusta ver las ganas, el trabajo y dedicación que estos grupos pusieron sobre el escenario. Me gusta sentir la música tan cerca y ver cómo lo más minimalista puede ser tan especial. Nos gusta ver cómo jóvenes como vosotros y nosotros luchan por sus sueños y son capaces de rozarlos. Y nos gusta desde OFF Magazine contaros que estos sueños son posibles. A la cultura hay que apoyarla y mimarla, pero sobre todo en sus comienzos.
La Ley de Mantua, protagonistas de nuestro octavo Acústico en OFF , salieron con una fuerza descomunal. No se equivocan al decir que la calma no es tranquila, que es emotiva, ruidosa, porque lo que sucedió sobre el escenario de la Sala Arena fue emocional. El último disco de los madrileños no deja de cautivarme y en directo fue un dardo de emociones que sí, por qué no decirlo, me dejó sin voz. La Ley de Mantua se encargó de demostrar que siente lo que hace, que se entrega desde la batería hasta el bajo, y el público no puede hacer otra cosa que entregarse en cuerpo y voz. La sala estalló con la mitiquísima canción No volveré a casa y se conmovió con Siempre, encargada de cerrar un concierto que dejó con muchas ganas de más.

Pero era el turno de los chicos de Neverend, la única banda con letras en inglés de la noche. Si los dos anteriores ya fueron buenos, los terceros no podían defraudar. Mar Souan empuñó el micro y entonó Silent, el single del primer disco que recoge el mismo nombre. Con un rock más alternativo, Neverend nos hacía participes de la variedad de ritmos que les definen. Se atrevieron, además, con una versión de la conocidísima Rolling in the Deep de Adele. Su afición a la música británica no nos pilla de sorpresa, ya que sus influencias parten de ahí.
Es una lástima que la música en inglés nacida en España tenga tan poca repercusión. Y es una pena porque escuchando a grupos como Neverend te das cuenta del verdadero talento que hay. Al menos, fuera de nuestras fronteras estos grupos tienen su atención. Y el claro ejemplo es el del grupo madrileño, el pasado verano fueron nominados para los Hollywood in Media Music Awards por su visión acústica de Ruins. Este es uno de los premios más importantes de la música independiente y Neverend podría ser el primer grupo español en ganarlo. Le transmitimos así toda nuestra suerte.

No quisieron irse sin ofrecernos esta versión acústica de Ruins con una escena maravillosa. Violín y clarinete se unían en el escenario acompañados además de un coro a tres voces compuesto por tres mujeres que cubrían su rostro bajo una máscara. Fue la prueba del porqué Neverend se merece este premio. Sonó fuerte, emotiva y desgarradora, y no dudo que en California sonará todavía mejor.
Vuelvo a tomar la voz. Os animo a conocer más de la música, a dejaros llevar y profundizar más en otros estilos. A apoyar a artistas jóvenes o no tan jóvenes que parten de sus sueños para hacerlos realidad, que trabajan cada día y consumen tiempo para que nosotros como público nos salvemos cada día. Porque toda música es salvación. Y el sábado me demostró que el rock también puede salvarme. Que el rock sigue vivo.