Ubicado en Ciudad Universitaria, en la Avenida de Juan de Herrera 2, se encuentra el Museo del Traje de Madrid, creado por Real Decreto el 23 de enero de 2004. Su inauguración, el 31 de marzo del mismo año, lo convierte en un museo joven que, sin embargo, tiene una larga historia; pues sus colecciones y su trayectoria de dedicación a la historia del traje y a las culturas populares españolas se remonta a tiempos lejanos.
Además de una gran cantidad de exposiciones temporales que resultan curiosas, el Museo ofrece una exposición temporal que muestra la evolución de la moda española desde el siglo XVII hasta la actualidad, incluyendo piezas de grandes diseñadores como el gran maestro Cristóbal Balenciaga.
Desde tiempos lejanos
La exposición permanente comienza viajando hasta la Prehistoria, ya que la mejor forma de conocer la indumentaria española es remontándose al principio de su historia. No obstante, las piezas que se pueden encontrar pertenecientes a la época de las primeras civilizaciones son muy escasas, y no es realmente hasta el siglo XVIII cuando los seres humanos han dejado verdaderas muestras de su forma de vestir. Por tanto, aunque la primera sección de la colección abarque desde la Prehistoria hasta el siglo XVIII, realmente se centra en este último.
Lo más antiguo que podemos encontrar es una selección de mantos, túnicas y drapeados con una pieza de tela ajustada al cuerpo que reflejan la simplicidad de las culturas del Mediterráneo. Si seguimos andando, encontramos dos esculturas femeninas relativas al mundo griego. Una de ellas viste un peplos (vestido griego usado sólo por las mujeres) y la otra una stola (vestido inspirado en el quitón griego).
La indumentaria medieval, y concretamente el estilo del primer traje gótico del siglo XIII, nos la muestra una talla de Santa Catalina. En este periodo dominan los vestidos holgados, de corte sencillísimo, que dejaban plena libertad de movimientos. Como prenda de abrigo, un gran manto. Como explica el díptico del propio museo, “la moda en este siglo es uniforme e impersonal: excepto en el largo, no hay grandes diferencias entre el traje de hombre y el de mujer”.

La diferencia más notoria entre los vestidos de ambos sexos tiene lugar en el siglo XIV, cuando los hombres comienzan a dejar al descubierto al descubierto las piernas hasta lo alto de los muslos. Posteriormente, una figura masculina vestida a la moda del siglo XV muestra la preferencia por las formas alargadas y puntiagudas. La moda de España en esta época está fielmente representada en el relieve de la Adoración de los Magos, a través de los vestidos que llevan los Reyes, que adoran al niño Jesús. Era prenda característica del momento el sayo de nesgas con mangas folladas y acuchilladas que viste el Rey Baltasar, o el sayo largo con mangas de anchos musequíes. En primer plano y de rodillas el Rey Melchor viste un sayo largo y un ropón de amplias y largas mangas con maneras para sacar los brazos.

Con el siglo XVI llega el Renacimiento, y así el gusto por los vestidos suntuosos que manifiestan la exaltación del individuo. En la segunda mitad de este siglo, comienza a definirse el estilo típicamente español. El vestido femenino se caracteriza por el cartón de pecho, el verdugado y los chapines; piezas que “encarcelan” la silueta femenina y atrofian sus atributos. El masculino, el típico vestido negro compuesto por jubón, ropilla, calzones y el singular cuello de golilla. El retrato expuesto de la reina Isabel de Borbón es la mejor muestra de la moda femenina de esta época. Junto a este, el de un un caballero -del cual desconocemos su identidad- viste “a la española”, con una capa corta encima de una ropilla de terciopelo de seda con amplias mangas sobre las que resaltan los puños blancos y una rígida golilla en el cuello, de ángulos rectos que se prolongan superando la línea del rostro.
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