Opinión

Sálvese quien pueda

jordi evole y ana pastor juntos

Me encanta el periodismo de calidad en estos tiempos de informaciones tan fugaces como el cometa Halley, pero lo que no me gusta es lo que etiquetamos como tal sin llegar a serlo. La espiral del silencio desarrollada por Elisabeth Noelle-Neumann bien podría absorberme, pero no puedo alargar este silencio más: no me gusta ni Salvados ni El Objetivo, ni Jordi Évole ni Ana Pastor.

En mis tiempos mozos, allá cuando uno soñaba con ser el heredero de Javier Bauluz o Manu Brabo en recoger un Pulitzer en Columbia, los dos mencionados profesionales de La Sexta me volvían locos con ese periodismo fiel que se manifestaba incluso más trascendente de lo que verdaderamente era, simplemente porque en España nos estábamos alejando de la línea correcta (y a día de hoy seguimos en ello).

La visión sobre aquellos dos referentes míos cambió en una conferencia de un analista de comunicación, que insistía en que no eran los ejemplos que debíamos tomar de cara a nuestro futuro laboral más inmediato. Tenían hábitos poco recomendables en nuestro mundillo. A partir de aquel día comencé a cuestionar cada uno de los programas que veía de ellos.

Jordi Évole había conseguido que me interesase algo que no fuese el periodismo deportivo, que desde luego no es poca cosa. Lo cierto es que me encantaba el follonero, y más posteriormente Salvados, hasta que me encontré con un interesantísimo programa que decía contener la verdad sobre el fatídico 23-F. Con grandes expectativas, me quedé loquísimo. El entrevistador se había saltado cualquier código periodístico para esceptizar a toda su audiencia con historias de dudosa credibilidad, vendidas como reales y más tarde reconocidas como rumores.

Desde ese momento hasta el día hoy, ese que fue mi referente dejó de incomodar a los altos cargos, para demostrar única y exclusivamente si le caía bien X o mal Y. Decepcionado, tuve que dejar de consumirlo.

Ana Pastor ya venía llamando a la puerta para salir de mi vida, incluso desde hace más tiempo que el catalán. Ese protagonismo que intentaba inventarse en sus entrevistas, cuando el entrevistado es el que importa, despertó en mi una sensación de gran desprecio hacia esas formas, cosa que se materializó cuando en el debate a cuatro de su cadena ella intentó ser parte de la foto, cuando el que realmente lo fue, fue Vicente Vallés ciñéndose a lo que tenía delante.

Las entrevistas son difíciles de conseguir, porque suponen un gasto de tiempo por parte del entrevistado para contestar una serie de preguntas al comunicador. Por ello hay que estar atentos a ellos, no ya por la educación que hay que procesar siempre, sino por cualquier gesto que delate al interlocutor ¿O es que a ella le gustaría que alguien le hablara mirando al iPad, sin echarle cuenta a lo que dice? Desde luego, en su momento no le sentó muy bien que Rafael Correa le llamara “Anita Pasto”. Que se aplique el cuento.

El ejercicio analítico de periodismo estimula en primera persona al que lo realiza, y de ahí tengo que extraer que Salvados y El Objetivo son dos productos que aprovechan una actividad periodística hecha para los propios presentadores, para ganar audiencia en sus respectivas franjas horarias. Sálvese quien pueda, que aún estamos a tiempo.

m.lopez
Estudiante de periodismo en la Universidad de Sevilla. Actualmente en Nervioneo.com y OFF Magazine.

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