Opinión

Hoy celebramos que nunca nos rendimos

Hoy es un día especial para nosotras, que demostramos cada día lo fuertes que somos, que ya nada puede hundirnos, que ya no hay batallas perdidas. Hoy, el día mundial del cáncer de mama, celebro la victoria por no haberos rendido nunca. Y, sinceramente, no pensaba escribir sobre esto, pero creí que un poco de mi tiempo debería dedicárselo a ella, que luchó tanto por la vida.

No hay día que no me levante a pensar lo fuerte que fuiste, y miro al cielo para decirte: Tú no caíste, siempre ganaste. Pero no hay batalla que no se nos resista, no existen días difíciles que sean fáciles de superar, la moneda no siempre cae igual y la suerte no siempre da la cara. Quizás por eso estamos aquí, por eso el 19 de octubre decidimos celebrar que da igual como sea el final, la carrera siempre se gana. Tú ganaste, claro que ganaste, por eso me coges de la mano y me empujas a seguir aunque el día sea malo porque tú lo hiciste.

Parece mentira que aún sigas teniendo fuerza para estar a mi lado, tu alma nunca descansa aunque tu cuerpo esté cansado. Y pienso, ojalá estuvieras aquí de verdad para que les demuestres a todos que el miedo no existe y que les digas lo valiente que fuiste al enfrentarte a todo lo que venía.

Mi abuela y yo
Foto vía Beatriz Naya

Desde que te conocí tuve claro que eras la mujer más fuerte del mundo, la mejor de todas, la mejor abuela, la mejor madre, la mejor hija… Pasaste por esta vida como estrella fugaz que concede deseos, y estoy segura que ahora yo soy la mujer más afortunada por haberte tenido. Nunca te apagaste, nunca ese pañuelo que te cubría la cabeza te hizo menos guapa y tu corazón siempre latía con esperanza de no irte jamás, de no dejarme aunque lo estuvieses pasando mal. Y no lo hiciste, aún te tengo conmigo.

Adoro pensar que todas las mujeres de este planeta lucharon y ganaron, y me siento orgullosa por haberte hecho un poco más feliz cuando pensabas que todo estaba perdido. No te niego que ahora me muero por volverte a ver, que te echo de menos a rabiar y siento coraje por haber llegado tarde. Si hubiésemos esperado unos años más, aún estarías aquí gritando como todas las demás «yo lo conseguí».

Sin embargo, tu papel fue dejarnos una lección, igual que todas, dejando una banderita en la cima de la montaña asegurando lo que parecía imposible, asegurando que en esta corta vida no existen obstáculos.

 

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