En #0, la cadena de Movistar+, emiten un programa que se llama “El instituto”. Y trata precisamente eso, la vida diaria de un instituto real y las relaciones entre jóvenes de 4º de la ESO y profesores. Me parece un formato interesante y suelo verlo siempre que puedo, pero el otro día me hizo reflexionar especialmente.
Después de repartir un examen de matemáticas en el que muchos habían suspendido, algunos chicos hablaban a cámara. Sus declaraciones me dejaron muy impactado. Todos decían que se sentían “estúpidos” o “fracasados” por no conseguir notas altas. Según les escuchaba hablar, parecía que habían perdido una guerra, más que suspender un examen de matemáticas.
Si os soy sincero, me parece todo un fracaso del sistema que un número en un examen determine de esta forma lo que los chavales opinan de sí mismos. Y el problema es que esto se fomenta. Se busca que compitamos entre nosotros y que luchemos por ser el mejor. Y eso sería perfecto si no fuera porque no conseguirlo nos hace sentirnos precisamente así. Estúpidos. Fracasados.
No estoy libre de esto y lo he podido comprobar hace pocos días. Creía que con la madurez entendías que hay cosas más importantes que las notas. Pero el otro día en mi clase (universitaria) expusimos unos trabajos individuales y confieso que sí sentí ese “soy estúpido” al ver que había trabajos mil veces mejores que el mío.
Es triste. Es triste que a nadie se le haya ocurrido enseñarnos cómo hay que manejar estas emociones. Es triste que la competición se haya extendido más allá del ámbito escolar y se convierta en la forma en que nos relacionamos con el mundo. Luchamos día a día por ser el que más viaja, el que más likes tiene, el que tiene el mejor currículum.
Y no me gusta. No quiero compararme al resto y que me empujen a competir contra ellos. Prefiero un mundo donde se fomente la colaboración y no la competencia. Donde la clase saque un ocho porque todos han colaborado y no que algunos tengan un diez y otros un cinco. Donde nos enseñen que fracasar no es algo malo, sino inevitable, y que tenemos que aprender a lidiar con ello. Porque por mucho que se esfuercen, un papel jamás podrá decir si eres o no un fracasado.
