Opinión

¿Qué te pasa, periodismo?

Foto: La Vanguardia

Es de día. Los rayos del Sol me despiertan a su paso por los agujeritos de la persiana. Mañana (por hoy) tengo que entregar una columna de opinión y no tengo ni idea de qué escribir. Como ese niño que se pierde en un centro comercial, me pongo delante del ordenador para teclear algo que no sé muy bien qué deparará.

Escribo y escribo y no llego a ningún sitio. La frustración me hace levantarme, echarme un café, coger el móvil y abrir la aplicación de Facebook, lugar donde observo que varios amigos han compartido un vídeo donde Cuéllar, portero del Sporting, se ceba con un periodista por manipular una serie de imágenes para su medio.

La historia que cuenta el guardameta nos sirve para aplicarla a cualquier faceta donde esté un jornalero de la palabra oral y escrita. Sin extenderme mucho, lo que cuenta el futbolista es que, al salir del autobús se encontró con un aficionado que sufría de ataques epilépticos, cosa de la cual un periodista local se aprovechó para describir en su medio que el mencionado deportista se había encarado con la afición.

En un breve ejercicio de análisis, trato de posicionarme de un lado u otro. Parece que no es mi día y no tengo una claridad de ideas suficiente como para tener un bando. Me miro el vídeo una y otra vez. Nada, así que decido ir por partes en lo ocurrido para tener las cosas un tanto más cristalinas.

El periodismo está perdiendo su esencia de comprobar todas las cosas antes de sacarlas a la luz, para pasar a hacer un producto que más bien busca el entretenimiento y el debate absurdo. Esta tesitura, unida a la gran demanda de información instantánea de los usuarios de las redes sociales, invita a que las prácticas sean tan rápidas como lo que se pide. En otras palabras, se está dejando de lado el hecho de contrastar.

La aparición de informaciones falsas hacen que fuentes directas como el propio cancerbero, tengan que salir a la palestra para desmentir e incluso explicar lo ocurrido de verdad. Cuellar acierta de pleno poniéndose a disposición de los medios e incluso su mensaje es ejemplar a la hora de calibrar la situación actual del periodismo pero… Cualquier argumento convincente que da, queda tapado por insultos como “idiota” o “hijo de p…”. En definitiva, a pesar de mostrar un mensaje correcto y necesario para dar un toque de atención a la profesión informativa, las formas pseudodeleznables aunque comprensibles, lo tiran por la borda.

A raíz de este último momento, hace acto de presencia una práctica de clickbait que se aprovecha de las malas acciones de un periodista para ganar dinero. Me explico. Las declaraciones del sportinguista se hacen virales y, obviamente, el sensacionalismo inunda las páginas web de los medios de gran tirada. El corporativismo intentando que la razón caiga del lado equivocado, que parezca que Cuéllar es el culpable cuando es el afectado.

No puedo defender a un articulista que realiza un nulo ejercicio comunicativo y ético, pero, del mismo modo, tampoco puedo hacerlo con un tipo crecido por su estadio que señala públicamente a un (mal) compañero. Nunca me gustó que mi profesor o mi entrenador me señalara delante de mis amigos, ni tampoco cualquier salida de tono hacia mi persona, así que, aunque parezca raro, no me alinearé con ninguna postura en este conflicto.

Así lo veo y así se lo cuento, en un episodio más de cómo el periodismo se corrompe en sus formas y, sobre todo, en sus contenidos ¿Qué te pasa, periodismo?

m.lopez
Estudiante de periodismo en la Universidad de Sevilla. Actualmente en Nervioneo.com y OFF Magazine.

1 Comment

  1. Gran e interesante artículo. Como ocurre en otras tantas profesiones, en el periodismo existe mucho intrusismo, personas que lo único que tienen (o no) es un papel que dice que lo acredita como Licenciado en Periodismo y/o Ciencias de la Comunicación. Personas que no tienen escrúpulos en vilipendiar, masacrar (con la palabra, el insulto, la falacia,…), criticar en aras de un servilismo impuesto por la sociedad que nos rodea, de un servilismo puramente económico o de un servilismo puramente personal llevado, en su mayoría, por la envidia. Sólo hay que darse un garbeo por la televisión a media tarde en esas cadenas que todos sabemos.
    Tampoco puedo estar de acuerdo con la actitud de la otra parte, en este caso, el guardameta. Uno pierde la razón y el peso de sus argumentos justo en el momento en el que empieza a insultar y criticar al que ofende pues, entiendo, se pone a su mismo nivel.
    Gran artículo m.lopez

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