Son cientos y cientos de películas las que he visto, pero son superadas, y con mucho, por las que aún me quedan por ver. Y entre ellas, muchas de las obras maestras del cine. Sin embargo, me surgió una reflexión.
Ayer, mientras conversaba de nuevo con algunos amigos en la universidad, uno de ellos mencionó que, durante el verano, vio una película llamada «Zombeavers» (Castores zombies). Obviamente, nos echamos a reír. Pero vimos el tráiler de la película, y fue un no parar. Y pensaréis, ¿adónde quieres llegar?
Normalmente, cuando recomiendas una película, suele ser una película que te haya gustado por su trama, que trate un tema específico de una manera distina, o porque tenga buenas escenas de acción, entre otros tantos motivos. Pero lo normal es no recomendar una cinta que carezca de sentido, y haga crecer la sensación de vergüenza ajena a medida que avanza. Estas películas, como bien define Loulogio en uno de sus vídeos, responden con el nombre de: «comedia involuntaria«.
Son muchos los casos que se me vienen a la cabeza. Y si, las he visto a propósito, pese a saber que carecían de sentido alguno. Entre las más recientes recuerdo San Andreas, Exam, o Dragonball Evolution. Estas, entre otras muchas, son algunas de esas cintas que, cuyo objetivo dista mucho de provocar la risa en su espectador. Pero es tal su nivel cinematográfico, que pertenecen a algunas de las mejores comedias que he visto, y probablemente vea.
Al fin y al cabo, el cine posee grandes obras que, de una forma u otra, cambian nuestra forma de ver lo que nos rodea. Pero existen también estas obras. Estas obras, forman parte del esperpento del cine. Pero a su vez, son películas que, incluso llegan a entretener más que el último taquillazo de la cartelera. Y quizá sea eso una de las cosas bonitas del séptimo arte. No es necesario que una producción posea millones en su presupuesto, y una trama sin fugas para que consiga quedarse con el espectador. Sino que, a veces, el mayor entretenimiento llega desde lo más vulgar.
