Opinión

En defensa de la educación

Desde que tengo uso de razón, habré leído artículos de opinión con título parecido al que ahora usted tiene delante, pero con la designación final de si la propia educación era pública o privada. Hoy no vengo a hablarle de nada de eso, en el día de hoy tengo el placer de defender la educación como tal lejos de la etiqueta que cada uno quiera ponerle detrás.

La historia comienza un par de años atrás, cuando en el primer día de universidad conocí a una chica que pregonaba algo insólito para mis oídos. Con un coro de gente a su alrededor, comentaba sin querer levantar mucho revuelo que ella nunca había estado en una clase, que había estado fuera del sistema educativo, debido todo a la práctica de un concepto que en aquel momento estaba apareciendo: el homeschooling.

Aquel mismo día corrí hacia mi ordenador con la certeza de que aquello debía ser broma, de que, en definitiva, en mi vida yo no podía haberme perdido aquellas prácticas tan poco comunes. El Señor Google me dio respuesta en un santiamén; aquel nombre pocas veces escuchado antes pretendía tener una definición tan rígida como el pan con el paso de los días. No pude ser más tonto. Aquel vocablo significaba “Educación en el hogar o círculos pequeños fuera del las instituciones” como bien designaba a priori los anglicismos home y school (casa y escuela) con un ing final para hacerlo verbo.

La siguiente mañana que la vi, la tuve que abordar como hacen esos periodistas de Sálvame a la salida de la casa de la Pantoja, con los labios bien apretados y sólo queriendo más historia personal. Tristemente repitió lo mismo que la jornada anterior, sólo haciendo hincapié en que aquello no era ni legal ni ilegal, sino alegal. <<Pero algo alegal no es legal, por lo tanto es ilegal ¿No?>> Así me recuerdo frente a ella sin tener una respuesta clara por su parte.

Era un tema que retumbaba en mi cabeza como lo hacen fechas cuando tengo por delante un examen de Historia, como ese helado que está tan frío que te hace cerrar los ojos del dolor que da probarlo. Lo único que sacaba en claro de aquel proceso reflexivo era que obviamente el tal homeschooling contaba con la inestimable ventaja de la atención personalizada. Pero no encontraba nada más allá de eso.

En un mundo donde el homeschooling se está convirtiendo más en una moda que en un hábito saludable, y tras conocer algunos homeschoolers más (así los he decidido catalogar) con vidas diferentes pero mismos paradigmas, me veo obligado a sacar a relucir las enseñanzas de una educación por la que, me mojo, debemos pasar todos.

Más allá de lo que nos parezca el sistema en sí, debemos de entender que en un aula, sea de carácter privado o público, como yo hice, los chicos aprenderán a compartir en un contexto donde desde pequeños deberán ir madurando para afrontar ellos solos los retos que la vida propone. Obviamente saliéndose del paragüas parental paulatinamente.

Inestimablemente, decidir si su hijo o hija está dentro o fuera del sistema afectará únicamente a su capacidad de socialización, puesto que en algún momento de su vida se tendrá que incorporar al mundo universitario o laboral, donde se encontrará a gente con diferentes formas de pensar, no como cuando en casa la única perspectiva que puede haber visto es la de unos padres que en ningún momento diferirán de lo que su primogénito piensa. En resumen, pienso que la educación institucional ayuda a abrir la mente de unos chicos que siempre se encontrarán con versiones diferentes a la suya, y deberán aceptarlas.

Yo doy un paso adelante por la educación en nuestro país, aún a sabiendas de la necesaria reforma que necesita en relación a las cuestiones teóricas y prácticas, pero eso es otro tema que ya me encargaré de retratar en estas líneas.

m.lopez
Estudiante de periodismo en la Universidad de Sevilla. Actualmente en Nervioneo.com y OFF Magazine.

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