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Días contados #19

DÍA 19

¿Carol? ¿Cómo narices sabes …

-Ya habrá tiempo para eso, tienes que salir de ahí– interrumpió.

 

Era demasiado tarde. De repente escuché el tintineo de unas llaves.

Decidí esconderme debajo de la cama lo más rápido que pude. El corazón me iba a mil. Deseaba con todas mis fuerzas que pasase lo que pasase, pasara ya.

Escuché como alguien entraba  a la vez que silbaba, sin mucho ímpetu. Sus pasos se escuchaban cada vez más cerca.

No me podía creer que su destino iba a ser la habitación donde estaba yo escondida. Vaya puta suerte la mía.

Y sus pasos cada vez más cerca y más cerca, cuando , de repente, sonó un teléfono. Y mi corazón empezó a latir de nuevo cuando supe que no era el mío, sino de la persona que estaba en casa de Tony.

No hay nadie – dijo una voz masculina.

 

Mi cara al escuchar la voz era indescriptible, no me lo podía creer.

Era Carlos. El portero. La persona con la que había estado hablando hace una media hora y la persona que en un principio se había negado a prestarme las llaves.

 

-¿Qué narices estaba haciendo allí?– exclamé hacia mí misma.

No estaba entendiendo nada.

-Sí que ha estado aquí, pero se habrá ido.

(..)

Mm no, no la he visto. Habrá sido en los cinco minutos que he ido al baño.

(..)

Joder, lo sé. Pero ha sido un momento. (pausa) Ya, en cuanto a lo de las llaves habrá que hacer algo, tendrás que cambiar la cerradura.

 

Seguramente que fuera Tony quien estuviera al otro lado del teléfono.

Me encantaba escuchar cómo hablaban de mí, como si fuera una ladrona. No podía creer que fuera uno de mis mejores amigos estuviera hablando así de mí. Que sí, que era verdad que me había colado en su casa, pero la culpa la tenían él y Carol por querer ocultarme cosas y tener ciertas actitudes con cierta maldad hacia mí, cosa que no entendía.

Aproximé mi mano  con cuidado a uno de mis bolsillos vaqueros para asegurarme de tener las llaves conmigo. Y sí, ahí estaban.

Carlos se despidió secamente del supuesto Tony y sus pasos se alejaron, como si se marchara.

Deseaba con mis fuerzas que fuera así.

Escuché el portazo y unas llaves cerrando.

Me quedé en mi escondite unos segundos pensando qué hacer.

¿Y si por algún casual Carlos no había salido de la casa y me había hecho creer que sí había sido así?

No tenía ni la más mínima idea de qué hacer.

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24. Desde que supe que escribir era la forma más bonita de doler, no he parado de sangrar. Madriz.

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