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Días contados #18

DÍA 18

No había prácticamente nada. A simple vista parecía como si alguien hubiera recogido lo más importante y se hubiera ido de allí.

¿De verdad que Tony se había largado? ¿Así sin más?

 Algo me decía que no se había ido de viaje un par de días como él me dijo.

Ya que estaba allí, fui inspeccionando la casa detalle a detalle, el cual era mi propósito desde el principio, aunque aquello me había pillado de sorpresa.

Me dirigí a paso ligero hacia su habitación, y no había demasiado.

Abrí los cajones del escritorio de madera por si  acaso encontraba algo que me sirviera. Me sentía algo extraña, estaba husmeando en la casa de uno de mis mejores amigos, pero a la vez tenía la necesidad de saber qué estaba pasando, y si nadie me daba las respuestas, tenía yo que buscarlas.

De repente, encontré un trozo de lo que parecía ser una ecografía. No estaba entera, parecía como si alguien la hubiera roto en varios cachos.

¿Qué narices hacía Tony con eso?

De verdad que no entendía nada. Si venía en busca de respuestas, solo me estaba encontrando con más preguntas.

Me guardé lo que quedaba de la ecografía en un bolsillo y seguí inspeccionando.

Intenté abrir el armario pero estaba cerrado.

Qué raro- pensé.

Si ese armario estaba cerrado era por algo. Conocía a Tony bastante bien (o eso creía) y sabía todas sus manías. Busqué por todos los lados posibles pero ni rastro de la llave. Así que intenté abrirlo yo, pero sin éxito. Había algo que me decía que en ese armario había parte de las respuestas que estaba buscando.

Me fui a la cocina en busca de una caja de herramientas. Tenía que haber algo que me sirviera a abrirlo.

Rebusqué y rebusqué, y sin éxito de nuevo. No había nada.

Pensé en bajar a hablar con Carlos, el portero, él seguro que tendría alguna herramienta. Decidí dejarlo para más tarde, y aprovechar para seguir con la búsqueda, no fuera a ser que Carlos empezara a sospechar o yo que sé.

De repente sonó mi móvil.

-Joder que susto- exclamé.

Era un número privado pero aún así descolgué.

-¿Sí?- dije algo tímida.

-Tienes que salir de ahí, Tony está llegando – me dijo una voz al otro lado del teléfono.

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24. Desde que supe que escribir era la forma más bonita de doler, no he parado de sangrar. Madriz.

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