Terminó. Por fin y para siempre. Terminaron Historia y sus cuestiones, Literatura y sus autores y Lengua con su sintaxis. Terminó la semana de agobio y presión. Terminaron dos años de eterno periplo, inadaptación e impotencia en un edificio pobre y triste, mal alicatado y falto de positivismo. Terminó la secundaria. Terminó el instituto.
Terminó todo lo que conocía hasta el momento y no sabía qué estaba a punto de empezar. Me sentí todavía más desubicado que en cualquiera de mis primeros ratos de recreo recién llegado al nuevo instituto en 1º de Bachillerato. Me sentí todavía más agobiado que cuando llegué a la Facultad de Derecho para hacer el primer examen de Selectividad. El final de un ciclo al que nunca dejamos de poner pegas creó en mi un vacío tan hondo que sentí vértigo conforme llegó la primera reflexión.
Todavía con agudos síntomas de haber pasado por la fiesta improvisada de Ciudad Universitaria, el viaje de vuelta a casa en metro tras la celebración del final de la PAU se presentó como el primer momento de reflexión, pero rápidamente aparecieron los primeros planes con vistas a Mallorca que apartaron todo tipo de análisis y introspección.
Fue más tarde, a la vuelta de la isla, cuando -con síntomas todavía más agudos que en el primer conato de reflexión- verdaderamente me puse a pensar. La cantidad de bebida ingerida durante los días previos no me impidió diseccionar una etapa que durante años se me presentó como crucial en mi vida y que, una vez sorteada, ha resultado ser mucho menos trascendente de lo esperado.
Lejos de pensar en el futuro y de ilusionarme con mi cercana carrera como estudiante universitario, mis principales pensamientos del verano pasado se quedaron estancados en el recordar mi etapa como bachiller. El agujero que dejó en mi el final de esta etapa fue mucho mayor que la importancia que esta misma ha tenido. El vacío de conocimiento y actividad generado durante esos años me hizo sentir auténtico pánico. La falta de provecho que le saqué a dos años cruciales -académicamente hablando- me asustó de verdad.
Sin exagerar lo más mínimo, verme como universitario y recién graduado en Bachillerato me hizo recapacitar y pensar en la falta de importancia que Selectividad y la propia educación secundaria habían tenido.
Tras estos dos años de supuesto calvario y trabajo forzado, creo que no crecí en ningún aspecto. Ni como estudiante, ni como compañero, ni siquiera como persona. Bachillerato -y más especialmente Selectividad- no potenciaron ninguno de estos aspectos. Bachillerato -y más especialmente Selectividad- no engordaron ni siquiera mis conocimientos, sino todo lo contrario.
El erroneo planteamiento de esta etapa y su inabarcable temario han hecho que, apenas doce meses después de finalizar PAU, no recuerde ni la más lucida etapa del gobierno franquista, ni como hacer una derivada, ni varios de los autores de la Generación del 27. El fatal planteamiento de esta etapa y su incomprensible temario han hecho que haya terminado la educación secundaria sintiéndome desaprovechado y generando un rechazo hacia ciertas asignaturas que, por suerte, pronto ha desaparecido.
Hoy, en la madrugada del jueves 16 de junio, me atrevo a decir que este vacío sigue sin estar cubierto. Hoy, como universitario que acaba de terminar su primer año de carrera, me aventuro a deciros a todos los futuros alumnos de estudios superiores que ese agujero incluso se ha hecho todavía más grande.
Quizá fue que mis expectativas eran demasiado altas. Quizá mis ganas de dejar atrás el instituto y su metodología me hicieron pensar que vería en la universidad un punto de práctica y desarrollo profesional. Quizá me creí aquello de que iba a estudiar lo que me gustaba. Quizá confié en exceso en que el sistema debería cambiar en algún momento. Quizá si hubiese llegado con otra mentalidad mi desilusión habría sido otra.
Quizá esté ciego, pero no he visto ningún cambio.
No pretendo, ni mucho menos, desanimaros, sino todo lo contrario. Prefiero avisaros y que el golpe sea suave. Prefiero que os toméis esta nueva etapa como un instituto 2.0 donde la tarea se ve incrementada por mil. Prefiero que lleguéis algo maduros y seais conscientes de como está planteado el sistema educativo español a todos los niveles.
Prefiero que, vista la falta de práctica y el exceso de teoría concentrada, seáis vosotros mismos los que os busqueis las castañas fuera de clase para crecer como profesionales todo lo que dentro del aula no habéis crecido.
Prefiero que seáis conscientes de que Selectividad no era ni tan importante, ni tan difícil como os han dicho durante los dos últimos años.
Es más, ha sido solo una prueba.
Bienvenidos a los estudios superiores, lugar donde solamente tu podrás poner el límite de tu capacidad de aprendizaje y etapa donde aprenderás más fuera que dentro del aula.
Bienvenidos, de verdad.
Esta reflexión, por supuesto, está realizada en base a mis conocimientos y experiencias personales. Yo, como estudiante del Grado en Periodismo en la Universidad Rey Juan Carlos de Fuenlabrada, puedo tener una visión muy distinta a la que pueda tener un alumno de otra titulación, de otra universidad o incluso a la de un compañero de clase que pueda contar con experiencias distintas.
Insisto en que mis pretensiones no son para nada desmotivaros de cara a la universidad o los estudios superiores, sino todo lo contrario. Es tiempo de crecer, pero de crecer fuera del aula, lejos de cuatro paredes que encierran nuestras capacidades y las reprimen.
Es tiempo de madurar y de cultivarse. Es tiempo de recordar que la vida universitaria va mucho más allá de la facultad.