Hoy en día estamos acostumbrados a oír hablar de cánones de belleza. Parece una justificación que utilizamos gratuitamente para todo. La verdad es que sí que hay pagar un precio para poder hablar de cánones, y permitidme que os diga que no es nada barato.
Con los cánones de belleza pagamos problemas de autoestima de niñas que quieren parecerse a sus modelos preferidas, pagamos enfermedades relacionadas con la alimentación por parte de nuestros iconos del modelaje y por sus seguidores, pagamos quebraderos de cabeza por no encontrar nuestras tallas en las tiendas habituales, pagamos y pagamos y seguimos pagando. En fin, esto es solo estética y hay que seguir el canon.
Llegados a este punto me planteo las siguientes preguntas: ¿Qué es bello y que no lo es? ¿Por qué algo tan subjetivo como la belleza tiene que estar expuesto y regido por unas normas? Nadie nos puede decir lo que es realmente hermoso, porque eso depende de los ojos con los que veamos.
Y entonces, ¿por qué debemos separar las pasarelas de modelos delgadas con modelos curvy? ¡Viva la pluralidad señores! Lo bonito está en la diversidad, en ver identificado tu cuerpo en un modelo y que no te parezca extraño.
Personalmente, creo que lo que debemos hacer es mirar más allá de lo que está de moda y pensar en las consecuencias que esto puede acarrear. Una pasarela de la XS hasta la XXL es lo más justo que nos puede pasar.
Una sociedad no puede verse reflejada en una pasarela donde todos sus modelos utilizan el mismo tallaje. Hay mujeres que utilizan una 32 y están sanas y mujeres que usan una 50 que también lo están de igual manera. Tampoco debemos olvidar el caso de los hombres, porque es más de lo mismo.
Imagen de la campaña Underwear fot Perfect Men / Fuente: los40.com
Basta de llegar a los extremos de delgadez o gordura. Tenemos que encontrar el término medio y luchar por ello, porque en el mundo existe la variedad. Variedad de tallas, de razas, de ideologías, de gustos… Y la moda trata de eso. La moda tiene gusto, un gusto infinito y variopinto. No le dejamos ser ella misma y no nos paramos a pensar que Doña moda no entiende de medidas, ni de economías, ni de pensamientos, ni de ninguna otra cosa. Sin embargo la limitamos por estúpidas reglas por las que tiene que andar.
La moda es un arte libre, dejémosla que corra y que juegue con quien se atreva. Que proporcione exactamente lo que busquen personas muy diferentes. Demostremos que podemos romper las barreras de las imposiciones canónicas, porque la moda es bonita y nunca deberíamos romper su magia.
El tiempo para dar respuesta a cada una de todas las preguntas formuladas va corriendo y la respuesta a todas ellas las tenemos nosotros. Ayudemos a la moda… ¡Ayudémonos!