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Días contados #11

DÍA 11

Jamás había visto así a Carol y eran ya muchos a su lado. Pero nunca la había visto así de rota y tan cargada de rabia.

La verdad es que, después de todo lo que me había contado, como para no estarlo.

Ella, por supuesto, no quería tener al bebé. Ni mucho menos oír hablar acerca de Tony. Obviamente, yo, aún, no le había contado nada de que nos habíamos visto. La situación de Carol era muy difícil, pero yo también lo estaba pasando muy mal. Me sentía completamente en el medio. No sabía realmente qué hacer. Pensé en hablar con alguien más de esto, sobre cómo debería hacer o actuar, pero rápidamente descarté esa idea. No era buena opción por muy perdida que me sintiera.

Por otra parte, pensaba en el lado positivo que tenía el contarle a Carol lo que Tony me había confesado aquella noche en su casa. Se acabarían de una vez por todas las mentiras y quizá así, también se pudiera arreglar en parte lo suyo. Aunque la cosa no pintaba demasiado bien. Sobre todo ahora que tenían otra persona más en la que pensar.

Esa misma noche me quedé a dormir con Carol en su casa, no me parecía bien dejarla sola tal y como lo estaba pasando. Carol, prácticamente, vivía sola, su madre iba y venía y tampoco se preocupaba demasiado.

De repente sonó el móvil de Carol. Ambas nos despertamos de un sobresalto. Eran cerca de las cuatro de la mañana.

-Quién cojones será a estas horas- pensé.

Carol echó un vistazo rápido a la pantalla y colgó.

-Lo siento si te ha despertado, se me olvidó ponerlo en silencio.

-No te preocupes. ¿Quién era?

-Tony, pero paso de cogerlo. Encima, como ves, tiene las narices de llamar a estas horas. En fin.- dijo Carol sin tampoco elevar mucho la voz.

Carol se recostó y apagó la luz.

-Buenas noches, Mar.

Me quedé muda por un instante. Ni siquiera pude reaccionar a lo que dijo Carol. Solo me limité a desearle buenas noches también, lo poco que quedaba ya.

~

Abrí los ojos y vi que al otro lado no estaba Carol. Eran las diez y media según marcaba mi reloj de muñeca. Me resultó raro que Carol no siguiera en la cama con lo que era ella, aunque no estuviera durmiendo, era capaz de estar horas y horas tumbada estuviera los ojos abiertos pensando en sus cosas.

Me levanté y salí de la habitación dirigiéndome al salón. Allí tampoco había nadie.

¿Carol?– pregunté sin mucho éxito.

Parece ser que no había nadie.

Dónde habrá ido la mujer esta ahora. Quizá haya salido a dar una vuelta para despejarse- me dije. Pero me resultaba raro.

Así que decidí llamarla al móvil.

Hola Mar- me dijo una voz masculina al otro lado del teléfono.

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24. Desde que supe que escribir era la forma más bonita de doler, no he parado de sangrar. Madriz.

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