No te pido que me bajes la luna y la coloques en las noches de mis roces,
ni que construyas un templo entre mis piernas para rezar en silencio y con calma.
Tampoco te pido la valentía que tus labios acobardaron en la esquina de mi boca.
Ni siquiera una tormenta para tener la excusa perfecta de refugiarme entre tus manos.
Ni tampoco la magia que rompiste al saber que mi truco era mirarte de reojo.
Ni una sonrisa donde amanecer, cuando no tenga sitio donde quedarme a dormir.
Te pido el verbo ser, en presente y con un circunstancial de compañía que acaba con…migo.