Ha llegado un punto en el que, ya sea gracias o por culpa de Internet, cualquiera cree ejercer la profesión periodística.
El periodismo ha sido y está siendo perjudicado por aquellos que se tildan como profesionales de la comunicación simplemente por el hecho de llegar a difundir una información, la cual no ha sido contrastada en ningún momento de manera presente, a través de las redes.
A día de hoy, la viralización de un artículo publicado en un blog o tener miles de ‘retuits’ en Twitter por algo que se haya dicho o escrito, ha dado origen a una infinidad de manipulaciones, malinterpretaciones y confusiones dentro de la propia sociedad. Pero el verdadero problema es cuando dichas «noticias» radican e interfieren en la profesión periodística, es decir, cuando unas falsas informaciones llegan a publicarse en medios digitales o en diversas tiradas de importantes medios nacionales e internacionales.
La querencia que se tiene a las buenas historias sumado al deseo de contarla con total exclusividad ha hecho que muchas veces se difundan los bulos de una manera impremeditada. Las informaciones erróneas logran atraer nuestra atención al momento y se contagian mutuamente entre los distintos medios. No obstante, gracias al actual desarrollo y evolución del periodismo digital, cada vez se trata de luchar, frenar y, sobre todo, evitar este tipo de casos improcedentes con las distintas técnicas que se aplican en los medios de comunicación. Pero en la sociedad sucede exactamente lo mismo, el hecho de poder acceder instantáneamente a Internet y a las redes sociales, ha contribuido en que todos seamos partícipes activos a la hora de promulgar los bulos a través de las Redes Sociales e Internet.
Entonces, ahí es cuando surgen preguntas como… ¿Son los medios de comunicación los principales responsables por no contrastar en su totalidad las fuentes de las informaciones que tratan previa a su publicación? Sí, puesto que un profesional de la comunicación no puede permitirse el lujo de errar en la publicación de un suceso o acontecimiento totalmente equívoco. Un error a gran escala puede provocar una importante alteración en la sociedad. ¿Se debería culpabilizar a aquellos infractores que se encargan de inventar y difundir bulos? Sí, de hecho, es algo que actualmente existe gracias al modo en el que funciona la Ley en España. No obstante, la gravedad por crear un bulo varía si se trata de una conducta antijurídica, es decir, si hay una intención dañina. “Una vulneración al honor o la alteración de orden público, por ejemplo, están tipificados en el Código Penal”, según Miriam García, abogada especializada en Privacidad de Datos, Seguridad e Internet.
O, finalmente, ¿es culpable la propia sociedad al ser partícipe en la difusión de los bulos por no recurrir a los medios de comunicación? Según. La propagación del bulo depende si se hace de manera consciente e intencionada o si básicamente, la persona participa de manera indirecta e involuntaria. Sin embargo, todos tenemos la capacidad y facilidad para acceder a cualquier medio de comunicación creíble para constatar la información, por ello, la única manera de no equivocarse es atender y acudir única y exclusivamente a las fuentes oficiales.
Pese a todo lo anterior, sigue siendo dificultoso identificar el punto de origen de todo el proceso ya que se trata de un círculo vicioso, pues cada elemento repercute en el siguiente y así de manera sucesiva.
Eso de la prensa nunca ha sido una cosa pura. Leáse la Malacasada de Colombine (excelas periodista entre otras muchas cosas), por ej. en su página 70 nos habla de los «los periódicos de infamia y
de bandería» que populabán a principios del Siglo XX. Y así per secula-seculorum desde los más bajos a los más altos. Como en todo el periodismos tiene sus cumbres y sus cloacas y a veces muy, muy próximas.