Me asombra esa capacidad impulsiva y confidente con la que Twitter nos empuja a publicar nuestras más ligeras y rápidas acusaciones. Me alarma tanto extremismo tan bien comprimido en pequeñas píldoras de fácil difusión. Me duele el alto carácter influyente y demoledor con el que pueden contar escasos ciento cuarenta caracteres. Me terminan de hundir esas tendencias virtuales precedidas de almohadilla que recogen, a modo de ‘Greatest hits’, las más dispares declaraciones y opiniones respecto a un mismo tema, generando innumerables polémicas y discrepancias que, potenciadas por la seguridad que proporciona la distancia establecida ante el receptor, terminan fácilmente en insultos y faltas casi delictivas.
Durante la jornada de ayer, apareció una nueva recopilación de barbaries bajo el hashtag #PodemosEsViolencia, derivado y antagónico del previo #IndultoAndrésBódalo. Viral en la red, el edil y número uno por la provincia de Jaén de la formación de Iglesias -quien esa misma mañana entraba en prisión por un delito de agresión a un político socialista agravado por la reincidencia de sus actos- contó con un foco de defensa y posterior crítica reunido tras el hashtag, el cual fue convertido en objeto de foro, disputa y censura constante, reflejando a la perfección la actitud política media de la sociedad española.

Reluciendo de nuevo ese espíritu revanchista e infantil heredado y arrastrado desde la guerra, la red del pío y el pájaro se llenó de nuevos reproches faltos de argumentos debido al doble rasero con el que se medían las faltas subrayadas por ambos bandos. La disputa se mostró intensa e incesante en la búsqueda y definición de lo violento, navegante hacia un rumbo todavía desconocido, con la mirada perdida hacia un horizonte espeso y lleno de sentencias poco constructivas.
Moralizantes a pesar de la inmoralidad de sus enunciados, los implicados defendieron a capa y espada sus ideales inflexibles, viendo tan solo la paja en el ojo ajeno y sorteando acusaciones en contra con escasos argumentos y vagas técnica defensivas. Emulando a cualquier patio de recreo de jardín de infancia, Twitter se convirtió ayer en una lucha constante, en un “y tu más” cansino y repetitivo que me indicó la falta de información y razonamiento abundante en las redes.
¿Sabéis a quién me recuerda hoy Miguel Hernández? A Andrés Bódalo. #IndultoAndresBodalo pic.twitter.com/agxTmdDv0o
— Teresa Rodríguez (@TeresaRodr_) 29 de marzo de 2016
El que defendía la inocencia y pacifismo de aquella que abogaba por la quema de centros religiosos como ocurriese en la guerra, no dudó en condenar de violenta la trama de corruptelas popular mientras que aquel que trataba de salvaguardar el honor de ladrones de guante blanco equipados de maletín de ministro y de gobiernos asfixiantes y faltos de políticas sociales no dudó en recordar la violencia mostrada ante aquellos lúmpenes de clase muy inferior agredidos por el intento de robo de una mesa de mezclas. Todo tipo de artículos de hemeroteca en distintos formatos sirvieron para señalar el carácter delictivo de ambos bandos.
Las ofensivas partian de todas partes y hacia todos lados. El fuego era cruzado. La probabilidad de salir herido era más que extrema. La lucha era incesante a la vez que incoherente. Desde dentro se debió vivir como una defensa férrea y productiva, desde fuera se vio como una serie de declaraciones faltas de un razonamiento mínimo y provocadas por el radicalismo que hoy en día dificulta tanto la política nacional.
Podemos apoya palizas, separatismos, grupos terroristas y regímenes dictatoriales, pero no roba como los del PP. #PodemosEsViolencia
— Giliprogre (@Giliprogre) 28 de marzo de 2016
Fue una muestra más del odio sembrado. El caldo de cultivo es preocupante. La educación en el odio no deja de dar frutos, mostrando constantemente a través de redes sociales y organizaciones radicales el extremismo hacia el que tiende el sector más joven de la población. Me preocupa. Me inquieta. Me sorprende. Me deja confuso.
La noche terminó sin vencedor y con dos vencidos. Varias horas de seguimiento del hashtag derivaron en nada. Más de treinta mil tweets llenos de una lucha vacía que terminaron retratando la actitud política actual.
A mi no me engañaron, la que es violenta es la política; lo que ayer fue violento fue Twitter.