He conocido a tantos atardeceres como tú, que ya sé cuándo hay que dejar de mirar por si el naranja quema demasiado.
Y no es orgullo, es amor propio. Aunque siempre fue más tuyo que mío.
Que no todas las tormentas me han traído a tu ca(l)ma. Ni todos los huracanes a tu lengua.
Aunque he de reconocer, que siempre fuiste mi favorito en todo, y eso que nunca sé elegir el favorito de nada.
Quizá es que seas mi todo y eso cobra todo el sentido, dejando en deuda todos los míos.
Te he permitido arañar mis heridas por saber si eran reales.
O es que simplemente solo soñábamos cómo abrirlas.