He conocido a tantos atardeceres como tú,
que sé cuándo hay que dejar de mirar por si el naranja quema demasiado.
Que no,
que no soy cualquier mar al que poner en calma cuando lo único que consigues es marearme.
Y es que,
soy ciega de ti desde el momento en el que decidí mirarte demasiado tiempo,
y no pienso vendarme el alma
ni vender mi vida en rosa
por un color que no me favorece.
Has coloreado tanto y tan bien tus huidas
que ahora que apareces,
te has quedado sin color con el que hacerme abrir los ojos.