A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España
Manuel Chaves Nogales
Libros del Asteroide
Barcelona, 2014.
Supongo que Manuel Chaves Nogales debió de ser un tipo sensato, y que fue precisamente esa sensatez, cosa rara en una España partida en dos por los fuegos fratricidas de una guerra, lo que acabó por arrastrarle a un exilio prematuro en la capital francesa, confundido entre los más diversos especímenes de la vieja Europa: popes rusos, judíos alemanes, revolucionarios italianos…, tal como él mismo confesó. Así fue; apenas necesitó nueve meses para tomar conciencia del inefable rumbo al que desafortunadamente se encaminaba el país que le vio nacer y al que ya nunca más regresaría. Un país cuya memoria obviarían vencedores y vencidos; los primeros por masón, los segundos por antirrevolucionario.
Periodista de formación, liberal en el sentido decimonónico del término y pequeñoburgués por convicciones sociales, Manuel Chaves Nogales quiso enarbolar la bandera de la inteligencia pero sucumbió bajo el peso de un resentimiento obstinado. Ese laboratorio de los totalitarismos en que se convirtió España entre 1936 y 1939 fue su captor y su verdugo; el suyo y el de tantos otros que del mismo modo se vieron instalados en la disyuntiva de tener que elegir entre permanecer en un país que ya no reconocían, en una España que agonizaba boqueando como un pez fuera del agua, o expatriarse hacia destinos inciertos y andado el tiempo no menos tumultuosos. Me pregunto si tal vez la invisibilidad de aquellos hombres pueda –o deba– cuestionar el dogma historiográfico de «las dos Españas», la vencedora y la vencida; un dogma de innegable rentabilidad política pero que amenaza con reducir la poliédrica historia de este país a un peligroso maniqueísmo demasiado simplista, cuyo epidérmico discurso excluye a quienes como él optaron por apartarse tanto de yugos y flechas como de hoces y martillos. Porque quizá para estos hombres la derrota pudo ser doble: frente a aquellos que se impusieron por fuerza de imperio, y frente a aquellos otros que, con efecto retroactivo, buscaron resarcirse apropiándose del consuelo de una victoria moral.
A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España es el libro que justifica las breves líneas de esta reseña. Una colección de relatos escrita entre enero y mayo de 1937, reeditada por Libros del Asteroide bajo la esclarecedora introducción de María Isabel Cintas. Once relatos por cuyas páginas desfilan los más diversos especímenes de aquella vieja y herida España: profesionales de la razia, milicianos desencantados, desertores del frente, enmadejadas redes de espionaje, falsas e interesadas delaciones, combatientes de la Guardia Mora, novicias bienhechoras… Y todos unidos por el denominador común del absurdo sinsentido de la guerra y sus rigores, de la que pocos sobreviven y ninguno escapa. Once relatos narrados al calor del fuego y al olor de la sangre, precedidos por el prólogo que Chaves Nogales rubricó cuando el destino de España era aún tan incierto como el desenlace de la propia contienda, pero en el que acertó a bosquejar con absoluta clarividencia lo que el tiempo, a descargo de quienes se obstinaban a uno y otro lado de la trinchera, habría de deparar. Sirva de corolario el siguiente pasaje:
El hombre que encarnará la España superviviente surgirá merced a esa terrible e ininteligente selección de la guerra que hace sucumbir a los mejores. ¿De derechas? ¿De izquierdas? ¿Rojo? ¿Blanco? Es indiferente. Sea el que fuere, para imponerse, para subsistir, tendrá, como primera providencia, que renegar del ideal que hoy lo tiene clavado en el parapeto, con el fusil echado a la cara, dispuesto a morir y a matar. Sea quien fuere, será un traidor a la causa que hoy defiende. Viniendo de un campo o de otro, de uno u otro lado de la trinchera, llegará más tarde o más temprano a la única fórmula concebible de subsistencia, la de organizar un Estado en el que sea posible la humana convivencia entre los ciudadanos de diversas ideas y la normal relación con los demás Estados, que es precisamente a lo que se niegan unánimemente con estupidez y crueldad ilimitadas los que están combatiendo.